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sábado, 30 de agosto de 2008

Virófagos: Los Posibles Revolucionarios.

Hasta hace poco tiempo no se concebía forma alguna de poder contrarrestar un virus utilizando algo que no sea medicamentos o químicos que actúen en sitios o procesos específicos ocurridos en el virus mismo, para evitar así la replicación de su genoma y su posterior propagación a otras células del organismo infectado.
Sin embargo, hace muy poco, se ha descubierto una novedad biológica que alberga esperanzas en lo que se refiere a la posible cura de enfermedades virales mortales: virus que parasitan virus, o los recién llamados virófagos.
El primer virófago descubierto hasta el momento ha sido llamado Sputnik, en honor al primer satélite artificial en ser lanzado a orbitar nuestro planeta en la historia de la humanidad: el Sputnik 1.
Este nombre se le ha asignado al nuevo virus debido a que se encuentra unido a otro virus mucho más grande, el mamavirus, que es parte de la familia de virus de mayor tamaño conocido: los mimivirus.
Lo que hace el Sputnik es infectar al mamavirus y causar fallas en su replicación, causando que se produzcan pocos viriones y deformes. Esto causaría que la virulencia del mamavirus se vea drásticamente reducida.
Lo que se presenta en este caso único es una relación de parásito-hospedero, la cual va a permitir que ambos, tanto el Sputnik como el mamavirus puedan coevolucionar y adaptarse a estas nuevas condiciones. El Sputnik infecta y produce pérdida de información en el genoma de los mamavirus, algo nunca antes visto entre virus.
Una vez más, podemos ver que la diversidad de la vida y la diversidad de funciones y formas pueden ser infinitas. Este caso evidencia la gran versatilidad de los organismos biológicos y nos dan una idea de cómo se puede producir la adaptación y la evolución a diferentes niveles y en diferentes tipos de relaciones simbióticas.
Pero lo mejor de todo este descubrimiento es que se alberga una esperanza real para combatir enfermedades víricas como el VIH, el ébola, etc. Aún así, no se puede cantar victoria aún. Los estudios al respecto deben ser intensificados en un futuro próximo y se deben obtener más datos y experimentar y determinar de qué manera estos virófagos pueden afectar a otros virus potencialmente mortales para el humano y otras especies.
De todos modos, queda mucho camino por recorrer, pero esto es una muestra más de que el conocimiento actual es imperfecto e incompleto, y que hoy en día existen cosas que no entendemos o no sabemos; cosas para las que no tenemos una explicación satisfactoria; pero eso no quiere decir que nunca podremos develarlas. El Sputnik y su relación con el mamavirus nos dan una idea muy clara de que la naturaleza nos depara muchas sorpresas y de que sólo con investigación y dedicación podemos avanzar hacia sendas mejores.
Y esto nos demuestra también que no existe conocimiento absoluto; cada día aprendemos nuevas cosas y a veces es necesario replantearse todo lo aprendido hasta el momento, si hay razones suficientes para hacerlo. Lo que digo es que una mente científica debe siempre analizar todo y tener la mente abierta a nuevas situaciones, nunca antes pensadas.

sábado, 23 de agosto de 2008

El cerebro: una maquina asombrosa.

De todas las estructuras del cuerpo humano, una de las más asombrosas y misteriosas es el cerebro. Es el producto parcial de una evolución que nos ha situado como una de las pocas, sino la única, especie consciente y racional (aunque esta capacidad de racionalizar se haya perdido en la mayoría de las personas).
Muchas personas subestiman las capacidades materiales del cerebro, alegando que una simple masa de células no sería capaz de generar la complejidad de cada individuo, que es conocida con el nombre de alma. Sin embargo, la gran mayoría de gente no conoce en realidad cómo es que funciona el cerebro y la gran complejidad que éste posee.
Esta gran masa de células está compuesta por diferentes regiones que se encargan de las diferentes funciones que se realizan en el organismo. Y cada célula, llamada neurona, transmite señales eléctricas a lo largo del cuerpo. Las neuronas en realidad, no se encuentran restringidas al cerebro, sino que están presentes en diferentes partes del cuerpo. Existen ganglios en ciertas áreas y sirven como centros secundarios de la recepción de estímulos y como intermediarios entre el cerebro y el cuerpo, e incluso, lo que se conoce como nervios son extensiones de estas neuronas: los axones, que recorren todo nuestro cuerpo y que llegan hasta la punta de nuestros dedos.
Pero, ¿cómo es que esta estructura aparentemente simple, puede albergar y generar la complejidad de la personalidad individual, y otras características como la autoconciencia? La respuesta está en las intrincadas interconexiones neuronales que posee. Miles de millones de neuronas se unen para generar más y más información y procesarla de forma que genere una respuesta plasmada de diferentes maneras.
Por ejemplo, la creación de imágenes visuales es uno de los productos de la gran actividad de la zona cerebral que se ocupa de tal tarea: recoge mucha información de la luz que llega hasta los ojos y la procesa transformándola en imágenes interpretables por nosotros para reconocer cómo es el medio exterior. Esta es una adaptación extraordinaria y evidencia la alta complejidad que puede ser capaz de procesar y generar el cerebro. Pero es sólo una de las tantas.
Y así como ésta, la capacidad de generar complejidad en cuanto a características del comportamiento, es también muy grande. La diferencia está en que desde siempre nos han enseñado que tenemos un origen divino y esas cosas; y no nos hemos puesto a ver la maravilla que es el cerebro.
Lo que somos y lo que pensamos es también un producto de la alta complejidad del cerebro. La capacidad de analizarnos a nosotros mismos y analizar nuestro entorno, son también producto de este proceso. Y sucede que nuestro cerebro es capaz de cosas mucho más maravillosas, pero que nos hemos acostumbrado a desdeñar atribuyéndoselas a otra cosa: el alma.
Pero la pregunta a realizarse sería: ¿acaso el alma, así como la conceptualizamos, puede hacer el “milagro” de generar complejidad a partir de una simplicidad extrema? Y lo peor del caso es que no hay una sola definición de alma que satisfaga ningún requerimiento natural.
Pero evidentemente, mientras existan religiones, y mientras la mayoría de la gente crea en la existencia de un ser supremo invisible, existirán también otros conceptos asociados a él, como el alma humana, la moral con origen divino, entre otras cosas.
Pero ya es hora de que dejemos de menospreciar la naturaleza y que dejemos de atribuir muchas cosas a entes inexistentes y caprichosos, y que entendamos de una vez por todas que la naturaleza es compleja y maravillosa; que tenemos mucho por recorrer en el camino del conocimiento y mucho por desentrañar aún de estos misterios naturales. Sólo así lograremos emancipar a la humanidad de estos dioses y espíritus que solo traen consigo ignorancia, odio y discriminación.
Nunca, los dioses y las divinidades han ido asociadas a un incremento del conocimiento científico; más bien, ha sido al revés: en donde las personas se han logrado liberar de estos conceptos, la ciencia ha tomado importantes derroteros, con resultados sorprendentes y trascendentales para la humanidad.
¡Ya basta de dioses! ¡Y basta de entender pobremente la naturaleza, por temor al castigo divino! Lo que debemos hacer es entendernos a nosotros mismos como lo que somos: organismos biológicos naturales y materiales.

martes, 12 de agosto de 2008

Cambio de Parecer: ¿Del Ateísmo al Teísmo?

En varias ocasiones me he dado con la sorpresa de personas que, luego de ser ateas, se reconvierten al teísmo. Usualmente he visto que hay teístas que se vuelven ateos (como es mi caso), pero ver lo contrario es menos usual y, según mi forma de ver las cosas, absurdo, sobretodo porque estas personas ya han conocido lo que piensa un ateo y los argumentos que existen para no creer en dios alguno.
Es que esta retractación se ve fundamentada por dos cosas: las necesidades emocionales y la malinterpretación de los fenómenos naturales (por ejemplo, el Diseño Inteligente).
Para muchas personas el pensar que Dios no existe es como decir que nada tiene sentido ya; se hacen preguntas como: ¿y entonces qué sentido tiene mi vida? ¿osea que cuando me muera, ahí queda todo?
Mi respuesta ante estas dos interrogantes sería: La vida tiene el sentido que uno quiera darle: si te quedas sentado en tu casa sin hacer nada, sin leer, sin relacionarte con las personas, y sin hacer algo por mejorar personalmente y a la sociedad, pues eso sí que es un sinsentido. Por otro lado, cuando uno muere ahí queda todo, sí. Pero la forma en la que podemos dejar huella es realizando acciones que busquen mejorar nuestras sociedades, como por ejemplo, divulgando la ciencia, haciendo entender a la gente que no se puede vivir en base a mitos y leyendas, y lo más importante, enseñar con el ejemplo. Así, las generaciones futuras nos podrán recordar y agradecer por la poca luz que les podamos haber dado; una luz científica que permite conocer y entender mejor nuestra naturaleza.
Pero algunas personas que alguna vez fueron ateas, simplemente deciden inconscientemente algún día (abandonando la razón) volver al teísmo. ¿Qué factores pueden desencadenar este comportamiento? Un factor importante, como ya dije, es el factor emocional: “como me da miedo estar solo sin nadie que responda a mis deseos, entonces volveré a creer; lo necesito”. Por supuesto que esto ocurre de manera indeliberada.
Otro factor importante es la malinterpretación de los fenómenos naturales, de las cuales mucho tienen que ver movimientos como el D.I., que han construido con la utilización de técnicas y conocimientos científicos una pseudociencia. En las últimas décadas se nos ha mostrado un creacionismo científico acabado y perfeccionado. Pero a pesar de estos aparentes perfeccionamientos, hay fallas profundas de todo tipo las cuales no son visibles para la mayoría de personas, y más aun si no tienen buenos fundamentos de biología y de ciencias en general.
Y hay ateos que, luego de revisar los argumentos neocreacionistas, se ven tentados (o inducidos) a pensar que su idea de la inexistencia de Dios, era errónea, ya que sí existen buenos argumentos que demuestran la creencia en tal Dios.
Así, existen científicos y no científicos que se reconvierten de esta manera, la cual es evidentemente errónea. Pero escribo esto no como una queja, ni un capricho, sino como una evidencia de que la necesidad por creer en algo es grande en muchas personas, tan grande que abandonarán la razón si es necesario. Quizás no toda, pero sí esa porción que concierne al área de lo divino y lo religioso; lo mágico y lo inexplicable; lo fabuloso y lo irracional.
La necesidad de creer excede en muchas ocasiones a la necesidad de saber y de entender. Es por esto que existen este tipo de reconversiones, más asombrosas y criticables aún que los millones de casos en los que la gente es teísta durante toda su vida.
A mi parecer, los ateos que se convierte del ateísmo al teísmo han sido deshonestos con su razón y su lógica, y de paso con las evidencias naturales que apuntan hacia otro lado, pero que ellos pretenden lo haga hacia donde ellos desean.
Pero como dijo el ex-presidente de la Sociedad Secular Nacional de Inglaterra, Chapman Cohen:

Los dioses son cosas frágiles; pueden ser asesinados con un atisbo de ciencia o una dosis de sentido común”.

Sin embargo, darles vida de nuevo parece ya un sinsentido desde todo punto de vista, y un acto de irracionalidad al extremo. Para hacer esto tendríamos que obviar a la ciencia y eliminar nuestra capacidad de racionalización: pisotearlas y esconderlas lejos de nuestra vista.

viernes, 8 de agosto de 2008

El Cristianismo como Fuente de Violencia, Intolerancia y Perjuicio Individual y Grupal. Parte II

Poco después de nacer el cristianismo, se origina la Iglesia católica, la cual fue instituida a la fuerza en muchas naciones como la religión oficial (y única), y de maneras nada pacíficas.
Durante casi toda la existencia de la Iglesia Católica, (la cual, dicho sea de paso, es la iglesia cristiana más antigua e influyente, incluso en nuestros tiempos) hubo una época de oscurantismo. Más de mil años en los que cualquier investigación científica o cualquier opinión filosófica que contradijera las doctrinas cristianas y las que eran aceptadas por la Iglesia, eran vetadas y condenadas. Muchas mentes brillantes perecieron en la hoguera, o simplemente fueron silenciados e impedidos de seguir con su labor debido a este motivo. Con respecto a esto, las palabras de Catherine Fahringer dan en el clavo:

Estaríamos mil quinientos años mas adelantados si no hubiera sido por la Iglesia, arrastrando a la ciencia tomada de sus faldones y quemando nuestras mejores mentes en la hoguera”.

Existen muchos sucesos de genocidio asociados directamente a la Iglesia Católica a lo largo de su historia. Por nombrar a algunos: la persecución a los herejes, la cacería y quema de brujas, y las guerras “santas” o Cruzadas. Algunos de estos sucesos se realizaban por mandato divino y en nombre de las Escrituras (herejía, Cruzadas), otros por cuestiones de poder político y diferencias religiosas (Cruzadas) y otras por simple capricho y sinsentido (cacería y quema de brujas).
Es preciso decir que en cuanto a la quema de brujas, la cuestión iba más allá de lo que conoce el común de la gente. Existían “cazadores de brujas” los cuales recibían recompensas de acuerdo al número de brujas cazadas. Estos, en su afán por el dinero, acusaban en ocasiones a personas al azar, simplemente porque se les ocurría, o porque alguien las acusaba sin evidencia alguna. Por supuesto que ello fue degenerando hasta alcanzar cifras altísimas de personas torturadas y asesinadas bajo el cargo de brujería. Por ejemplo, el Papa Inocencio VIII en el siglo XV, asignó a dos personas, los monjes dominicos Heinrich Kramer y Jacobus Sprenger para que diseñen un estudio acerca de la brujería. Los convirtió en inquisidores de brujas. Ellos, en su obra ya completa de 1486, Malleus Maleficarum (Martillo de Brujas) detallaban numerosos métodos para detectar brujas, además de métodos de tortura, los cuales servirían como medio indispensable para la confesión por parte de las brujas de sus blasfemias y herejías. Según ellos, la quema de brujas era un método de purificación de las almas mediante la eliminación de los demonios que poseían los cuerpos de las brujas. Realmente un atroz escenario.
A partir de este hecho, la corrupción y la ambición económica hizo que se incrementen estos salvajes hechos. Más inquisidores eran nombrados, y por lo tanto, más “brujas” eran cazadas y muertas. No había piedad para con ellas. Su palabra no valía nada: si negaban su herejía, se le atribuía a que los demonios eran obstinados y tercos; si aceptaban, era evidencia contundente de que eran brujas. Por supuesto que si “aceptaban” su culpabilidad, era para tratar de aliviar su sufrimiento debido a las torturas (cosa que no lograban de todos modos).
En fin, esta es solo una muestra de la crueldad basada en sistemas inamovibles y sujetos a graves y profundas malinterpretaciones (o interpretaciones literales en muchos casos) de sus doctrinas y escritos sagrados.
Cabe decir que estas cuestiones (la inquisición, las persecuciones religiosas y las “guerras santas”) fueron realizadas por la Iglesia Católica, la cual es la secta cristiana más importante de la historia y de la actualidad. Pero, ¿qué sucede con otras sectas cristianas como el mormonismo, o los adventistas? En las siguientes líneas trataré brevemente acerca de cada una de ellas.
En la segunda mitad del siglo XIX, fue fundada la Iglesia Adventista del Séptimo Día por Ellen G. White. Considerada como profetisa y emblema del adventismo, Ellen G. White escribió varios libros, que según ella, fueron inspirados por Dios (como todos los llamados profetas). Las doctrinas y bases principales del adventismo se encuentran en sus libros, entre ellos: Seguridad y Paz en el Conflicto de los Siglos, y Consejos sobre el Régimen Alimenticio, ambos elaborados por la misma White. En ellos, se enseña que el día de guardar es el Sábado y no el Domingo, como hacen los católicos (cuestión que me parece de lo más trivial). El Sábado Adventista empieza al atardecer del día Viernes y termina al atardecer del día Sábado; en él no se debe realizar ninguna actividad: ni trabajar, ni hacer esfuerzo físico, ni estudiar. Ese día en particular se debe dedicar a alabar a Dios y estar con la familia. Claro, uno dirá que es un buen consejo y una buena doctrina, pero los problemas vienen después. Por ejemplo, y por mandato de Ellen G. White, los adventistas no comen carne de cerdo[1], ya que, como dice en la Biblia, la carne de animales de pezuña hendida, es inmunda. Tampoco bailan ni aplauden, ya que “Jesús no bailaba” y además porque “el baile atrae al pecado y a la tentación”. Tal idea me parece de lo más tonta y abolible.
Ellen G. White, era una mujer de escasa preparación académica y con apenas estudios escolares. Sin embargo, escribió sobre temas diversos como nutrición, salud humana y consejos acerca de la familia. Por supuesto, que sus escritos acerca de materias que requieren de un estudio serio, son cuestionables, aún teniendo en cuenta que contaba con secretarias personales, las cuales la ayudaban en sus manuscritos. Por ejemplo, la siguiente cita, tomada de su libro Consejos sobre el Régimen Alimenticio:

Muchas veces cuando se come carne, ésta se descompone en el estómago, y produce enfermedad.”

Nada más falso que eso. La comida, incluida la carne, no se descompone en el estómago. Sino que los jugos gástricos y las numerosas enzimas digestivas permiten la conversión de moléculas complejas y grandes presentes en los alimentos, en moléculas simples y pequeñas, las cuales pueden ser absorbidas fácilmente por las células. Evidentemente, una profeta de Dios, no puede cometer tal error, y menos cuando dichos escritos fueron realizados bajo la “inspiración divina”.
Otra secta aparecida en la primera parte del siglo XIX en Estados Unidos, es el mormonismo, o la Iglesia de los Santos de los Últimos Días. Como su nombre lo dice, los mormones creen en que existen Santos, del mismo modo en que los católicos lo hacen, con la única diferencia de que aún hoy en día una persona puede hacerse santo gracias a sus acciones. El fundador del mormonismo fue Joseph Smith, un aficionado a la búsqueda de tesoros perdidos y a la adivinación. Se dice que Smith, fue abordado por Moroni, un ángel de Dios, el cual le manifiesta que todas las religiones del mundo están erradas en sus doctrinas y que en consecuencia, no poseen la verdad absoluta. Posteriormente se le “presentó” Juan El Bautista, que le indicó que iba a recibir un libro escrito en planchas de oro, en el cual se encontraba la historia del origen de los habitantes americanos a partir de inmigrantes israelitas. Junto a estas planchas, encontró dos piedras, las cuales le sirvieron para traducir (cómo le sirvieron, es un misterio que no logro entender) las planchas de oro, que estaban escritas en ¡Hebreo! Este libro fue denominado El Libro de Mormón. Lo más asombroso es que no existe evidencia alguna del origen semita de los pobladores de América; es más, existen evidencias que apuntan hacia algo totalmente distinto, sin embargo, millones de personas en el mundo actual creen en dichas historias. Luego, Joseph Smith (convenientemente) destruyó las planchas de oro, con lo que la valiosa evidencia se hizo humo.
Para los mormones, el Libro de Mormón tiene un valor equivalente a la Biblia, ya que la Biblia es la palabra revelada de Dios para las naciones del Viejo Mundo, mientras que el Libro de Mormón es su homólogo americano.
Una respuesta típica de los predicadores mormones, a la pregunta de cómo saben que dicho libro está en lo cierto es que “lo siento en mi corazón, ya que Dios me lo ha mostrado en sueños que responden dicha interrogante”. Lo único que me pregunto yo es si esa es una respuesta aceptable para convencer a alguien. Pero indudablemente muchas personas creen tener esa misma sensación y por lo tanto, se convierten al mormonismo. El Libro de Mormón, contiene historias mucho más fantásticas que las que se encuentran en la Biblia, e incluso, evidentemente mucho más inconsistentes con la realidad y con la ciencia.
El mormonismo, posee altas cuotas de misticismo y fantasía, pero sus miembros no muestran un carácter tan fundamentalista como los adventistas por ejemplo. Al menos, lo que he podido ver en mis experiencias con personas de ambos grupos, me da una idea de cómo funciona esta tendencia.
Como conclusión sólo puedo decir que el cristianismo y las variantes en su seno, sólo generan ignorancia e intolerancia. De hecho, la violencia y la discriminación no se quedan atrás. Pero así está forjada la sociedad en la que vivimos, por lo que lo único que queda por hacer es actuar ante este decremento del desarrollo humano y tratar de crear una sociedad humanista y libre de dogmas irracionales.


[1] Cita del libro Seguridad y Paz en el Conflicto de los Siglos, de Ellen G. White: “Pero los propósitos de Cristo no quedaron frustrados. Permitió a los espíritus malignos que destruyesen la manada de cerdos, como censura contra aquellos judíos que, por amor al lucro, criaban esos animales inmundos.”

El Cristianismo como fuente de violencia, intolerancia y perjuicio individual y grupal. Parte I

El Cristianismo fue instituido por Jesús como la religión que lo reconoce a él mismo como Hijo de Dios. Se originó en Jerusalén por los años 30 y 43 A.C mientras gobernaba el emperador romano Tiberio. Las bases sobre las que fundó Jesús su iglesia, se encuentran en las doctrinas profesadas por profetas anteriores a él, como Abraham y Moisés. La historia de ambos es conocida por los relatos bíblicos; pero cabe hacer una observación interesante acerca de Moisés. Se da por sentado que Moisés es de origen hebreo, y que luego vivió en Egipto, donde se convirtió en parte de la nobleza, para luego volver a su pueblo natal, ya convertido al monoteísmo y como profeta de Dios. En Éxodo 2, 5-10 dice:

Y la hija de Faraón descendió a lavarse al río, y paseándose sus doncellas por la ribera del río, vio ella la arquilla en el carrizal, y envió una criada suya a que la tomase. Y cuando la abrió, vio al niño; y he aquí que el niño lloraba. Y teniendo compasión de él, dijo: De los niños de los hebreos es éste. Entonces su hermana dijo a la hija de Faraón: ¿Iré a llamarte una nodriza de las hebreas, para que te críe este niño? Y la hija de Faraón respondió: Ve. Entonces fue la doncella, y llamó a la madre del niño, a la cual dijo la hija de Faraón: Lleva a este niño y críamelo, y yo te lo pagaré. Y la mujer tomó al niño y lo crió. Y cuando el niño creció, ella lo trajo a la hija de Faraón, la cual lo prohijó, y le puso por nombre Moisés, diciendo: Porque de las aguas lo saqué.”

En hebreo, el nombre de Moisés es Mosche, que significa “el que saca de las aguas”; algo extraño, puesto que más bien fue él quien fue sacado de las aguas. Por otro lado, el término egipcio Mose significa “niño”. En Egipto, muchos nombres se construían en base a este vocablo; entre los más célebres podemos encontrar a Ram-mose (Ramcés) o Thut-mose (Tutmosis). Esta forma peculiar de asignar nombres poseía en ocasiones significados más largos aún, por lo que en muchos documentos y restos egipcios se puede encontrar fácilmente el término Mose para referirse a un niño cualquiera de manera simple.
Además, el sentido común nos dice que si la hija del Faraón, era egipcia, ¿no tuvo que ponerle un nombre Egipcio? ¿Por qué habría de utilizar una denominación perteneciente al idioma del pueblo que los egipcios tenían como esclavos?
Claro, muchas personas se preguntarán cuál es la importancia de este juego idiomático en cuanto al nombre de Moisés. Pero lo que quiero mostrar con esto es que en muchas ocasiones el nacimiento de un patriarca o de algún personaje importante (sobre todo en la historia antigua), era objeto de la creación de mitos y condiciones asombrosas con respecto a su origen. Esto quizás para marcar una diferencia con el común de la gente. Un patriarca o un rey, no pudo haber nacido en condiciones normales, como todo el mundo, sino que la idea de un origen plagado de elementos fuera de lo común, es mucho más llamativa y más digna de una figura de tal magnitud, por lo que se le atribuían tales condiciones.
Volviendo al origen del cristianismo en sí, se puede decir que la doctrina de Jesús fue fundamental para la posterior divergencia entre cristianos y judíos, y fue también, el inicio de una creciente diferencia ideológica y política, hasta el punto que surgieron en los siglos posteriores, odios y conflictos entre estos dos importantes grupos.
La doctrina del Cristianismo se basa en que Jesús (o Cristo) fue enviado por su padre, Yahvé, para morir y subsanar el pecado de toda la humanidad: tanto el pecado pasado como el futuro. Para los Cristianos, Jesús es el Dios Padre hecho humano y además el mayor profeta de la historia de la humanidad. El libro sagrado por excelencia para los Cristianos es la Biblia (a medida que aparecieron las diferentes sectas, surgieron nuevos libros que sirvieron de complemento a la Biblia; el Libro de Mormón para los de la Iglesia de Jesucristo de los Últimos Santos, comúnmente conocidos como Mormones, o los escritos de Elena G. de White para los adventistas).
La doctrina cristiana tiene como base muchas creencias, como la existencia de la Santa Trinidad, el nacimiento de Jesús de una mujer virgen, la inmortalidad del alma y la vida eterna, etc. Obviamente este conjunto de creencias sirven de pilar a la doctrina cristiana, aunque de acuerdo a las sectas que la conforman, hay detalles que varían más o menos. Por ejemplo, el Catolicismo, cree en lo anterior, pero además venera a los santos (personas que vivieron sus vidas al servicio de Dios, y que al morir les fue concedido el honor de ser santos de Dios) y al símbolo de la muerte de Jesús: la cruz. Es al llegar a esta parte, cuando recuerdo las palabras de Lenny Bruce formuladas en el pasado siglo XX:

Si Jesús hubiera sido ejecutado hace veinte años, los niños católicos irían a la escuela con sillitas eléctricas en sus cuellos, en lugar de cruces”.

Efectivamente, es irónico que el principal símbolo de los católicos sea el objeto en el que su principal profeta y, según ellos, hijo de Dios encontró una horrible muerte. Ya no estoy seguro de si la utilización y popularización de dicho símbolo se encuentra fundamentada en la burla o en la ignorancia de quienes lo impusieron. Pero una cuestión más profunda con respecto a este acontecimiento es el hecho de preguntarse ¿cuál es el sentido de la muerte de Jesús, con respecto a la absolución del pecado original y los pecados de la humanidad? Simplemente no lo hay. El filósofo francés Denis Diderot, ya se había preguntado lo mismo en el siglo XVIII, y lo plasmó de una manera irónica y un tanto burlesca, pero llena de razón: “Qué es ese Dios, que mata a Dios para apaciguar a Dios? E incluso, uno podría preguntarse ¿de qué pecado original se habla, si muchas religiones admiten que Adán y Eva solo constituyen una metáfora? Es decir, ¿acaso Jesús murió por un pecado inexistente cometido por personas que nunca existieron?
Por otro lado, a pesar de que básicamente Jesús fue un judío, el catolicismo ha despreciado y perseguido a los judíos; alegando que éstos son los asesinos de Jesús. No existe argumento más ridículo que ese para justificar la crueldad al extremo y los genocidios cometidos desde tiempos de Jesús. ¿Qué culpa tendrán los descendientes de los judíos de la época de Jesús en la muerte de éste? La respuesta es ninguna. Pero el fundamentalismo que ha caracterizado sobretodo a la Iglesia Católica a lo largo de la historia es abrumador. Incluso, los responsables directos de la muerte de Jesús fueron los Romanos y no los judíos, quienes habrían cumplido un papel decisivo, pero indirecto en lo que respecta a su muerte.
Llegó una época en la que Jesús se convirtió en un fenómeno que movía masas de gente; gente que casi en su totalidad eran pobres, enfermos y oprimidos. Este fenómeno se podría explicar desde el punto de vista social, en el que Jesús aprovechó la necesidad de la gente para darles esperanzas con la idea de una vida después de la muerte y con la idea de un Dios que nos ama. Por otro lado, la parcialización de Jesús hacia los pobres y oprimidos, se veía reflejada en su trato hacia la gente adinerada y las autoridades de la época. En la frase atribuida a Jesús: “Cuán difícilmente entrarán en el Reino de Dios los que tienen riquezas. Más fácil es que pase un camello por el ojo de una aguja, que un rico entre al Reino de Dios”, se puede ver claramente de qué lado se encontraba él. La fórmula era simple: Pobres y oprimidos sobrepasan notablemente en número a los ricos y acomodados; entonces, ¡a trabajar con los pobres y oprimidos!. De esta forma, la tarea de Jesús era notablemente más simple y con una probabilidad de expansión mayor, ya que él trataba con gente sufrida, pobre, oprimida, maltratada y rechazada, a los cuales reconfortaba en demasía la idea de una vida mejor después de la muerte y la idea de un Dios que los protegiera y que haría justicia sobre los que se encontraban sobre ellos. De hecho, y al margen de esta interpretación social del fenómeno Jesús, su existencia, en términos históricos, es discutible. Desde mi punto de vista (y desde el de la mayoría de racionalistas), el origen divino de Jesús es inexistente. Pero, una cuestión aparte es si en realidad existió o no.
Muchos historiadores han contribuido a la humanidad con sus registros de diversos acontecimientos sucedidos a lo largo de la historia; algunos contaban con unos cuantos escritos y otros eran escritores prolíficos. Muchos personajes importantes y que causaron algún revuelo político o social en su época, fueron registrados por la historia, al menos en algunos documentos. Pero algo curioso sucede con Jesús. Dada la asunción de que Jesús fue un hombre que movía masas enormes de gente, y que causó un gran revuelo entre las autoridades y los sabios de su época, incluso trascendiendo las fronteras de su nación, cabría esperar que existan numerosos escritos históricos sobre sus milagros, sus hazañas y sus enseñanzas. Pero, la realidad es otra: no los hay.
Un creyente podría argumentar que quizás dichos documentos fueron destruidos por pueblos anticristianos, como un intento de borrar a Jesús del mapa histórico; pero sucede que incluso en una incursión militar tan destructiva hacia un pueblo o pueblos, nunca queda todo destruido, siempre existen restos y vestigios. Además, los escritos y documentos sobre Jesús no hubieran estado acumulados todos en un solo pueblo, sino en varios. Por otro lado, si asumimos que existieron tales documentos, y que fueron borrados en su totalidad, ¿qué hay de la Biblia? Los textos bíblicos y otros textos religiosos son los únicos documentos existentes que hablan sobre Jesús. Existen otros documentos en los que es mencionado: los escritos del historiador del Siglo I, Flavio Josefo, quien, en su muy extensa obra, sólo menciona a Jesús en un par de párrafos. Simplemente, poquísimas evidencias de la auténtica historicidad de Jesús existen hoy en día, exceptuando numerosos textos religiosos, los cuales basan casi todo en la Biblia o en tradiciones orales míticas transmitidas durante los dos últimos milenios. En todo caso, los textos religiosos deberían poder corroborar sus historias con los textos históricos escritos por los cientos o miles de historiadores desde tales épocas, pero la realidad es que no sucede así. Incluso, examinando los evangelios, no existen evidencias de información fidedigna acerca de Jesús, ya que los primeros evangelios datan de finales del Siglo I y principios del II; es decir, nadie presenció realmente las “obras” de Jesús. Incluso, en las primeras menciones del concepto de un Hijo de Dios, no se asocia directamente a este Dios hecho humano, con Jesús.
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sábado, 2 de agosto de 2008

El Ateísmo y su Relación con las Ciencias.

El verdadero ateísmo es alcanzado por medio de una ideología racionalista. Ya he hablado antes de los tipos de ateísmo[1], los cuales incluyen desde el ateísmo por desilusión o rencor, hasta el ateísmo racionalista y honesto.
Muchas veces me he preguntado (y me han preguntado) por qué razón la visión del cosmos de los científicos varía de acuerdo al área del conocimiento en donde se desenvuelven académicamente.
Por ejemplo, la visión de los filósofos y psicólogos tiende a ser más metafísica en cuanto a las premisas que toman en lo que respecta al origen del Universo y a las causas ontogénicas. Tanto un filósofo como un psicólogo tienden a centrarse en preguntas de tipo existencial ontogénico, por lo que la conceptualización del alma resulta más probable de tener un lugar dentro de las premisas consideradas. Por ejemplo, el existencialismo de Heidegger es una muestra de la visión filosófica del ser; de lo que podemos llamar el “yo”.
La filosofía clásica racionalista linda con el deísmo, debido a sus peculiares formas de tratar al individuo como objetivo del estudio de su propio ser.
En cuanto a los matemáticos y físicos, la visión del Universo tiende a ser un tanto subjetiva debido a las abstracciones de las que hacen uso, las cuales no siempre poseen representación en la realidad.
Que quede claro que estoy describiendo perfiles generales y que muchos científicos pertenecientes a estas áreas quizás no caigan dentro de la descripción; sin embargo, es claro que según cada área de estudio, existen diferencias importantes.
En el área de las ciencias biológicas y la astronomía (la cual utiliza, de hecho, muchos elementos de física) la cuestión es diferente. La observación de la naturaleza es directa y objetiva. Se analizan problemas como el origen del Universo, el origen de la vida, las relaciones biológicas entre las diferentes especies, etc. En resumen, la observación de la naturaleza en general y sus procesos se realiza de maneras distintas de acuerdo a cada área de estudio.
Un físico puede que realice actividades netamente científicas, pero es menos probable que encuentre inconsistencias entre las doctrinas religiosas (y los libros sagrados) y la naturaleza. En cambio, un biólogo sí encuentra estas tremendas incongruencias debido a que su formación profesional le da una perspectiva diferente. Y como los libros sagrados son la base de toda doctrina religiosa (o al menos casi todas) el simple hecho de encontrar inconsistencias importantes puede llevar luego a mirar con gran escepticismo hasta la idea misma de Dios.
El físico Martín López Corredoira, expresa estas diferencias de la siguiente manera:

Hay un porcentaje significativo de científicos creyentes, especialmente en áreas más alejadas del empirismo como la matemática o la física puramente teórica donde las ideas pitagóricas se mezclan con cierto misticismo en algunas mentes. Entre los empiristas, astrónomos o biólogos por ejemplo, hay más ateos. ¿Por qué? Probablemente porque las estructuras psicológicas que conllevan los hábitos científicos, acostumbrados a buscar explicaciones causa natural-efecto a todo en vez de milagros, son un reflejo de las ideas materialistas. Sólo se necesita extrapolar esa forma de concebir el mundo diciendo que todo tiene explicación científica y ya tenemos un materialista. No obstante, es complejo el tema, y el hecho de que a lo largo de la historia haya habido muy notables científicos que no han hecho esa extrapolación nos hace entrever que las circunstancias sociales (si a uno lo van a llevar a la hoguera por hereje o no), las circunstancias personales, emotivas, etc. tienen gran influencia. La religión de hecho es un fenómeno psicológico/sociológico. No hay ningún Dios, lo único que hay son personas que necesitan creer en Dios o no, y los científicos también son personas.”

Y tiene razón. Mucha gente sigue siendo creyente a pesar de ser científicos, debido a las grandes implicaciones sociales y psicológicas existentes en las diferentes sociedades humanas, y también a la visión del mundo que haya adoptado, la cual se encuentra muy influenciada por la línea intelectual a la que uno pertenezca. Muchas personas necesitan aferrarse a algo, sentirse protegidos. Pero hay una cosa muy cierta, y que fue expresada por Richard Dawkins de esta manera:

Creo que un universo ordenado, indiferente a las preocupaciones humanas, en el que todo tiene una explicación (aunque todavía nos falte mucho trecho por recorrer antes de encontrarla) es un lugar más hermoso y maravilloso que un universo embaucado por una magia caprichosa y ad hoc.”

De alguna forma, ésta es una visión de la vida que me agrada mucho y que desearía para toda la humanidad. Sin embargo, para concebir un mundo sin dioses ni dogmas religiosos se necesita una visión integral y panorámica de todos los aspectos humanos y de la naturaleza en general, y eso se puede lograr simplemente con cultura: una cultura general naturalista, libre de prejuicios y tabúes; una cultura científica.
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