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martes, 4 de octubre de 2011

El Racismo y las Religiones

El racismo se ha justificado siempre por motivos diferentes: políticos, religiosos, etc. Pero un elemento en común que subyace a este problema es la ignorancia. 

Cuando me refiero a ignorancia, no es a su sentido despectivo –aquel utilizado comúnmente en el lenguaje coloquial, sino al hecho de ignorar hechos, datos… información. Cuando hablamos de racismo, hablamos de desconocimiento de la biología humana. Por ejemplo, se puede desconocer que el porcentaje de similitud genético entre humanos y chimpancés es de 98%; mientras que todos los seres humanos compartimos el 99.9% de los genes entre nosotros. Estos dos datos quieren decir que:

·         Sólo el 2% de la totalidad de nuestros genes son exclusivos a nosotros, Homo sapiens, en relación a los chimpancés (quienes también tienen el 2% de genes únicos para su especie)
·         Únicamente el 0.1% de las variantes alélicas de nuestros genes difieren de un individuo a otro.

Estos dos puntos implican algo importante. Ese 2% único a los humanos (en relación a los chimpancés) es lo que nos diferencia de ellos de una manera tan característica, porque esos genes exclusivos de la humanidad codifican, entre otras cosas, el bipedismo marcado, la capacidad de articular sonidos en forma de palabras, las diferencias neurológicas que nos permiten abstraer conceptos y planificar a mediano y largo plazo de manera consciente, etc. 

Uno entonces pensaría que si diferimos de los chimpancés en 2%, y la variación entre humanos (variación intraespecífica) es de 0.1%, entonces dentro de las diferentes etnias humanas la variación genética sería de un 5% de la variación existente entre chimpancés y humanos (el resultado de dividir 0.1% entre 2% y multiplicarlo por 100), lo cual sería un porcentaje suficiente para poder decir que dentro de nuestra especie hay una variación más o menos importante como para considerar que etnias muy diferentes entre sí podrían formar parte de especies diferentes (o quizás subespecies diferentes)… ¿verdad? Pues resulta que todo lo supuesto con anterioridad es falso, por la sencilla razón de que en un caso estamos hablando de diferencias de genes y en la otra de diferencias entre alelos de genes.

Pero para no entrar en tecnicismos, continuaré con el tema principal de este artículo, aunque esta precisión es importante para lo que quiero argumentar. Y es que lo que quiero dejar en claro es lo siguiente: no hay ningún motivo como para decir que una u otra etnia es inferior o superior a otra, ni tampoco hay ninguna evidencia biológica que sostenga que etnias aparentemente bastante diferentes como por ejemplo, arios y negros congoleños, sean tan diferentes genéticamente como mucha gente siempre ha creído. Las diferencias son más bien superficiales: una cuestión de forma y no de fondo. Pero para entender cabalmente todo esto hay que conocer algunos aspectos de la genética humana y de otros aspectos de la biología en general.

A lo largo de la historia de la humanidad, el conocimiento se ha ido incrementando gradualmente, habiendo aumentado exponencialmente con el nacimiento de la ciencia formal; aquella que con sus metodologías y sus mecanismos de corrección de errores y de minimización de prejuicios y sesgos personales, se ha consolidado como la herramienta más poderosa para “interrogar” a la naturaleza. Sin embargo, y a pesar de esto, mucha gente se empecina en formular hipótesis alternativas a las formuladas por la ciencia, y lo peor de todo: sin datos ni fuentes que sustenten sus hipótesis.

Durante mucho tiempo la ignorancia de la naturaleza dio piso para el surgimiento de sistemas dogmáticos basados en ideologías especulativas, bien sea sin tener en cuenta cuerpos de conocimiento sustentados en evidencia o teniéndolos en cuenta pero sesgando y tergiversando su esencia. Un caso conocido de esto último es el surgimiento del nazismo y de su idea de que la raza aria era superior a todas. Esta idea descabellada tiene su origen en el darwinismo social, el cual tomó algunos conceptos y postulados de la teoría de la evolución darwiniana, y trató de adecuarlos al ámbito social, tergiversando y malinterpretando en el camino la idea y los campos de aplicación de las ideas darwinianas. Este darwinismo social mezclado con la forma más primitiva y extrema de la eugenesia (una filosofía social que se basa en la mejora de los rasgos humanos mediante la intervención directa del mismo humano), dio paso a que los nazis pudieran “sustentar” su idea de la necesidad de “purificar la raza humana”.

Este problema, que como todos sabemos causó la muerte de millones de personas, se sustentaba en una deformación de la ciencia; algo construido para manipular y obtener poder de la forma más vil que se pueda concebir. Este sistema construido por los nazis supuestamente se basaba en evidencias científicas y con ello construyó un sistema dogmático. 

Sin embargo, existen otros sistemas dogmáticos que no tienen en cuenta ningún aspecto de la ciencia, y que también constituyen sistemas peligrosos y perjudiciales, y me refiero a los sistemas religiosos. Ya que la mayoría de los sistemas religiosos existentes no se basan en evidencias científicas sino en escritos antiguos considerados como sagrados, generan hipótesis o dogmas fantásticos, improbables y no falsables. Es esta serie de características últimas la que convierte a la mayoría de religiones en sistemas peligrosos. ¿Peligrosos en qué? Pues por ejemplo en lo concerniente a los derechos humanos. ¿Y por qué suponen un peligro para los derechos humanos? Pues porque se basan en la ignorancia de la naturaleza. Ignoran evidencias científicas y la biología humana, pasando por encima de ellas y pretendiendo gobernar el mundo según sus ideas primitivas y adquiridas mediante tradición y autoridad, cuando lo deseable sería que sus ideas estén basadas en evidencia y se adecúen al mundo. En cambio, ellas quieren adecuar el mundo a sus ideas.

En relación a esto daré solo dos ejemplos de cómo la ignorancia de la biología humana sumada al dogmatismo propio de las religiones puede servir de sustento para el atropello de los derechos humanos y la discriminación racial y de otros tipos.

El primer caso proviene del mormonismo, y es una cita del segundo presidente de la Iglesia de los Santos de los Últimos Días (LDS, por sus siglas en inglés), Brigham Young:

Se ven algunas clases de la familia humana que son negras, toscas, mal parecidas, desagradables y de malas costumbres, salvajes, y al parecer privadas de casi todas las bendiciones de la inteligencia, las cuales son generalmente otorgadas al género humano. El primer hombre que cometió el odioso crimen de matar a uno de sus hermanos será maldecido por el plazo de tiempo más largo entre todos los hijos de Adán. Caín mató a su hermano. Caín pudo haber sido asesinado, y eso hubiese puesto fin a esa raza de seres humanos”.

La segunda cita proviene de la Biblia:

Y le respondió Jehová: Ciertamente cualquiera que mate a Caín, siete veces será castigado. Entonces Jehová puso una marca sobre Caín, para que no lo matase cualquiera que le hallara.”
-Génesis 4: 15.

Este fragmento del libro de Génesis no dice la manera en la que Dios castiga a Caín, pero es obvio por la historia del mormonismo y de otros grupos cristianos posteriores a este escrito, que sirvió de sustento para la discriminación racial durante siglos. Las palabras de Brigham Young, por su parte, solo confirman lo que dice en el propio Libro de Mormón acerca del origen de los indígenas nativos de América:

Y Él había hecho caer la maldición sobre ellos, sí, una penosa maldición, a causa de su iniquidad. Porque he aquí, habían endurecido sus corazones contra Él, de modo que se habían vuelto como un pedernal; por tanto, ya que eran blancos y sumamente bellos y deleitables, el Señor Dios hizo que los cubriese una piel de color obscuro, para que no atrajeran a los de mi pueblo. Y así dice el Señor Dios: Haré que sean repugnantes a tu pueblo, a no ser que se arrepientan de sus iniquidades. Y malditos serán los descendientes de aquel que se mezcle con la posteridad de ellos; porque serán maldecidos con la misma maldición. Y el Señor lo habló; y así fue.”
-2 Nefi 5: 21-23

Por esto (y muchísimos otros ejemplos más), podemos ver de qué manera los dogmas religiosos que operan sin evidencias (e incluso a pesar de ellas) se convierten en ideologías peligrosas, que atentan contra los derechos humanos de manera tan obvia. Lamentablemente, la obviedad de esto último es opacada por completo por una característica notable que poseen la mayoría de religiones: su velo de seguridad, el cual impide que la gente analice los dogmas o los ponga a prueba, porque sino se consideraría una herejía grave, pudiendo llevar al colapso social de la persona.

Yo pienso que exponer esta problemática no es una tarea ociosa, sino constructiva, aunque casi nadie note la importancia de ello. O incluso aunque la mayoría piense que hago mal en hablar activamente de estos temas; porque si de alguna manera tuviera que considerarme con respecto a la problemática religión-ciencia-sociedad, es como un activista a favor de los derechos, la dignidad y la libertad humanas.

Los Alunizajes del Proyecto Apollo (Hernán Toro)

Ayer mi amiga Gisele O'Connor me pasó un artículo de Hernán Toro, quien tiene varios artículos en la página Escépticos Colombia. El artículo refuta brillantemente la teoría conspiranoica que plantea que el humano nunca pisó la Luna. Desmenuzando todos los alegatos de los "conspiranoicos lunares", Hernán Toro deja prácticamente en ridículo esas afirmaciones.

Por motivos de dificultad con el sistema de Blogger, no he podido plasmar el artículo para leerlo directamente en el blog, sino que lo estoy poniendo como archivo adjunto, para lo cual alojé el documento en PDF en Scribd, sitio desde el cual cualquiera puede descargarlo simplemente logueándose a su cuenta personal de Facebook.


Particularmente, me ha parecido un artículo brillantemente redactado y con argumentos detallados, concisos y demoledores. Vale la pena leerlo de comienzo a fin. El artículo lo pueden leer aquí.

lunes, 23 de mayo de 2011

Colección de Libros de Bart Ehrman (Para Descargar)

Colección de libros del brillante Historiador del Cristianismo Bart Ehrman. A continuación, los títulos incluidos en esta recopilación de libros que pueden descargar en un único archivo comprimido en formato rar:

Cristianismos Perdidos. Los Credos Proscritos del Nuevo Testamento (Bart D. Ehrman)
Didymus the Blind and the Text of the Gospels (Bart D. Ehrman)
God's Problem (Bart Ehrman)
Jesus, Interrupted (Bart Ehrman)
Jesus. Apocalyptic Prophet of the New Millennium (Bart Ehrman)
Lost Scriptures (Bart Ehrman)
Misquoting Jesus. The Story Behind Who Changed the Bible and Why (Bart Ehrman)
Peter, Paul, & Mary Magdalene. The Followers of Jesus in History and Legend (Bart Ehrman)
Studies in the Textual Criticism of the New Testament (Bart Ehrman)
The History of the Bible. The Making of the New Testament Canon (Bart Ehrman)
The Lost Gospel of Judas Iscariot. A New Look at Betrayer and Betrayed (Bart Ehrman)
Truth and Fiction in the Da Vinci Code (Bart Ehrman)

lunes, 16 de mayo de 2011

Carta de Christopher Hitchens (2011)

El periodista británico Christopher Hitchens iba a presentarse en la Convención de Ateos Americanos de este año, pero dado su estado de salud debido al cáncer que padece, no asistió a dar la charla que tenía prevista. Sin embargo, envió una carta muy profunda e inspiradora:

"Queridos amigos no creyentes,
Nada me habría impedido unirme a ustedes, excepto la pérdida de la voz (por lo menos mi voz que habla) que a su vez se debe a una larga discusión que actualmente estoy teniendo con el espectro de la muerte. Nadie gana este argumento, aunque hay algunos puntos sólidos que se realizan mientras el debate continúa. He encontrado, según el enemigo se hace más familiar, que toda la defensa especial para la salvación, la redención y liberación sobrenatural se vuelven aún más huecas y artificiales para mí que lo eran antes. Espero poder ayudar a defender y transmitir las lecciones de esto por muchos años, pero por ahora he encontrado colocar mi confianza en dos cosas: la habilidad y el principio de la ciencia médica avanzada, y la camaradería de innumerables amigos y familia, todos ellos inmunes a los falsos consuelos de la religión. Son estas fuerzas entre otras, que acelerará el día en que la humanidad se emancipe de los grilletes mentales forjados de servilismo y superstitición. Es nuestra solidaridad innata, y no un déspota del cielo, la fuente de nuestra moral y nuestro sentido de la decencia.
Ese sentido de la decencia esencial está indignado cada día. Nuestro enemigo teocrático está a la vista. Proteica en la forma, que se extiende desde la amenaza abierta de los mulás con armas nucleares a las campañas insidiosas para embrutecer enseñando pseudo-ciencias en las escuelas estadounidenses. Pero en los últimos años, ha habido signos alentadores de una resistencia genuina y espontánea a esta tontería siniestra: una resistencia que repudia el derecho de los agresores y tiranos para hacer la absurda afirmación de que tienen a Dios de su lado. Haber tenido un pequeño papel en esta resistencia ha sido el mayor honor de mi vida: el patrón y originales de toda dictadura es la entrega de la razón al absolutismo y el abandono de la investigación crítica y objetiva. El nombre barato para este engaño mortal es la religión, y debemos aprender nuevas maneras de combatirlo en la esfera pública, tal como hemos aprendido a liberarnos de él en privado.
Nuestras armas son la mente irónica contra la literal: la mente abierta contra los crédulos; la búsqueda valiente de la verdad contra las fuerzas de miedo y miseria que establecen límites a la investigación (y que tontamente afirman que ya tenemos toda la verdad que necesitamos). Tal vez por encima de todo, afirmamos la vida por encima de los cultos de la muerte y el sacrificio humano y tienen miedo, no de la muerte inevitable, sino más bien de una vida humana que es estrecha y distorsionada por la necesidad de ofrecer adulación patética sin sentido, o la creencia sombría de que las leyes de la naturaleza responden a lamentaciones y conjuros.
Como los herederos de una revolución laica, los ateos americanos tienen una responsabilidad especial de defender y respetar la Constitución que patrulla la frontera entre la Iglesia y el Estado. Esto, también, es un honor y un privilegio. Créanme cuando digo que estoy con ustedes, aunque no corporalmente (y sólo metafóricamente en espíritu …) Resolver para construir la pared de la separación de Jefferson. Y no mantener la fe.
Sinceramente
Christopher Hitchens"

lunes, 10 de enero de 2011

La Faceta Desconocida del Cristianismo: Fragmento del ensayo La Cristiandad Alerta (Bart Ehrman), en El Evangelio de Judas (Rodolphe Kasser et al)

En relación a la corriente concreta del gnosticismo representada por el Evangelio de Judas, podemos remitirnos al excelente ensayo de Marvin Meyer (publicado en este libro), que explica el evangelio en los términos de la secta conocida como gnósticos séticos. Pero aquí debo explicar en términos generales lo que tenían en común las diversas y extendidas sectas gnósticas y por qué escritores ortodoxos como Ireneo (de Lyon) las veían como una amenaza. El término gnosticismo deriva de la palabra griega gnosis, que quiere decir “conocimiento”. ¿Y qué es eso que saben? Conocen secretos que pueden conducir a la salvación. Para los gnósticos, una persona se salva no por la fe en Cristo o por sus buenas obras, sino por el conocimiento de la verdad acerca del mundo en el que vivimos, acerca de quién es el verdadero Dios y, especialmente, acerca de quiénes somos nosotros mismos. En otras palabras, se trata den gran medida de autoconocimiento: conocimiento de nuestro origen, de cómo hemos llegado aquí y de cómo podemos volver a nuestra morada celestial. Según la mayoría de los gnósticos, este mundo material no es nuestra casa. Estamos atrapados aquí, en estos cuerpos de carne, y necesitamos aprender el modo de escapar. Para los gnósticos que también eran cristianos (muchos gnósticos no lo eran) es el propio Cristo quien nos trae ese conocimiento secreto desde los cielos. Él revela la verdad a sus seguidores más próximos, y es esa verdad lo que puede hacerlos libres.
El cristianismo tradicional enseña, por supuesto, que nuestro mundo es la maravillosa creación del único dios verdadero. Pero no era eso lo que pensaban los gnósticos. Según un amplio abanico de grupos gnósticos, el dios que creó este mundo no es el único, y de hecho ni siquiera es el más poderoso ni es omnisciente. Es una deidad más baja, inferior, y a menudo ignorante. ¿Cómo puede alguien mirar este mundo y decir que es maravilloso? Los gnósticos veían los desastres que los rodeaban – terremotos, tempestades, riadas, hambrunas, sequías, epidemias, miseria, sufrimiento – y declararon que el mundo no es bueno. Pero, dijeron, ¡no puedes culpar de este mundo a Dios! No; este mundo es un desastre cósmico, y sólo habrá salvación para aquellos que aprendan cómo escapar de este mundo y de sus trampas materiales.
Algunos pensadores gnósticos explicaron este perverso mundo material desarrollando complicados mitos de la creación. Según esos mitos, la deidad suprema queda enteramente fuera del mundo, pues es espíritu absoluto sin cualidades ni aspectos materiales. Ese ser divino engendró una numerosa prole: los eones, que, como él, eran entidades espirituales. Originalmente, ese reino divino habitado por Dios y sus eones era todo cuanto había. Pero sucedió una catástrofe cósmica, en la cual uno de aquellos eones de alguna manera cayó fuera del reino divino, y eso dio lugar a la creación de otras entidades divinas que, por lo tanto, cobraron existencia fuera de la esfera divina. Esas divinidades menores crearon nuestro mundo material, hicieron el mundo como lugar donde retener las chispas de divinidad que habían capturado, a las que colocaron en cuerpos humanos. Algunos humanos, en otras palabras, tienen un elemento de la divinidad en su interior, en su núcleo esencial. Esas personas no tienen almas mortales, sino inmortales, encerradas temporalmente en este miserable y caprichoso reino material. Y esas almas necesitan escapar, volver al reino divino de donde vinieron. Los mitos narrados por los diversos grupos gnósticos diferían bastante entre sí en muchos detalles. Y no son nada sin los detalles. A los lectores modernos esos mitos pueden resultarles enormemente confusos y extraños. Pero su punto más importante está claro: este mundo no es la creación del único dios verdadero. El dios que hizo este mundo – el Dios del Antiguo Testamento – es una deidad de segundo orden, inferior. No es el dios supremo que debe ser adorado. Más bien debe ser evitado aprendiendo la verdad sobre el reino divino definitivo, sobre cómo podemos escapar de él.
Debo remarcar que no todo el mundo cuenta con los medios para escapar. La causa es que no todo el mundo tiene la chispa de divinidad en su interior; sólo algunos de nosotros. Los demás son las creaciones del dios inferior de este mundo. Ellos, como las demás criaturas que hay aquí (perros, tortugas, mosquitos y otros), morirán y ése será el final de su historia. Pero algunos de nosotros somos divinidades atrapadas. Y necesitamos aprender la manera de volver a nuestra morada celestial. ¿Cómo podemos hacernos con el conocimiento secreto necesario para nuestra salvación? Obviamente, no podemos conseguirlo observando el mundo que nos rodea y deduciéndolo por nosotros mismos. El estudio de este mundo sólo proporciona información sobre la creación material de una deidad inferior que no es el Dios verdadero. Lo que necesitamos no es eso, sino que se nos haga una revelación desde las alturas. Es necesario que haya un emisario del reino espiritual que venga a nosotros para decirnos la verdad sobre nuestro origen, nuestro destino y cómo podemos escapar. En las religiones cristianas gnósticas ese enviado de las alturas para revelarnos esa verdad es Cristo. Sentada esta base, Cristo no fue un simple mortal que impartía sabias enseñanzas religiosas; ni el hijo del dios creador, el Dios del Antiguo Testamento. Algunos gnósticos enseñaban que Cristo era un eón del reino superior; que no era un hombre de carne y hueso nacido en este mundo del creador, sino que había venido de arriba sólo con la apariencia de ser humano. Era un fantasma encarnado para enseñar a los que habían sido llamados (es decir, los gnósticos, que albergan la chispa) las verdades secretas que necesitan para su salvación. Otros gnósticos enseñaban que Jesús era un hombre real, pero que la chispa que había en su interior no era corriente. Su alma era una entidad divina especial que vino de las alturas para habitar temporalmente en el hombre Jesús, para usarlo como instrumento para la revelación de las verdades necesarias a sus seguidores más próximos. Establecido eso, el elemento divino entró en Jesús en algún momento de su vida – por ejemplo, en su bautismo, cuando el Espíritu descendió sobre él – y lo abandonó una vez que su misión hubo terminado. Eso explicaría por qué, en la cruz, Jesús gritó: “¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?”. Porque el elemento divino que había en él lo abandonó antes de su crucifixión, ya que, a fin de cuentas, la divinidad no puede sufrir y morir.
Los perseguidores de herejías como Ireneo encontraban a los gnósticos particularmente peligrosos y difíciles de atacar. El problema era que no se podía razonar con un gnóstico para mostrarle que seguía un camino equivocado: ¡él tenía un conocimiento secreto del que los otros carecían! Si se le decía que erraba, él podía simplemente encogerse de hombros y tacharnos de ignorantes. Y así Ireneo y otros como él tuvieron que echar el resto en sus ataques intentando convencer a otros cristianos, al menos, de que en realidad los gnósticos no estaban en posesión de la verdad, sino que la habían pervertido rechazando al Dios del Antiguo Testamento y su creación y negando que Cristo fuera realmente un ser humano de carne y hueso, cuya muerte y resurrección (no sus enseñanzas secretas) traían la salvación. En los cinco tomos de la refutación de Ireneo a los gnósticos se condenan sus creencias por ser irremediablemente contradictorias, ridículamente detalladas y contrarias a las enseñanzas de los propios apóstoles de Jesús. Algunas veces Ireneo citó algunos textos gnósticos para ridiculizarlos cotejándolos con las Escrituras aceptadas por la Iglesia de manera general. Uno de los escritos de los que se burló era precisamente el Evangelio de Judas.

Ricky Gervais: Por Qué Soy Ateo

Traducido por Daniel Barona Narváez.

¿Por qué no crees en Dios? Me hacen esta pregunta todo el tiempo y siempre trato de dar una respuesta sensible y razonada. Esto es usualmente incómodo, una pérdida de tiempo, e inútil. Las personas que creen en Dios no necesitan pruebas de su existencia, y ciertamente no desean evidencias de lo contrario. Son felices con sus creencias. Incluso dicen cosas como “es verdad para mí” o “eso es fe”. Aún así doy mi respuesta lógica porque siento que no ser honesto sería denigrante y maleducado. Es irónico, entonces que el hecho de que “no creo en Dios porque no hay evidencia científica en lo absoluto para su existencia, y por lo que sé, la definición misma es una imposibilidad en este universo conocido”, sea al mismo tiempo algo denigrante y maleducado.
La arrogancia es otra acusación, lo cual parece particularmente injusto. La ciencia busca la verdad, y no discrimina. Para bien o para mal, descubre cómo son las cosas. La ciencia es humilde. Sabe lo que sabe, y sabe qué es lo que no sabe. Basa sus conclusiones y creencias en evidencia sólida –evidencia que es constantemente actualizada y mejorada. No se ofende cuando nuevos hechos salen a la luz. Abraza al cuerpo de conocimiento. No se sostiene en prácticas medievales porque ellas son tradición. Si lo hubiera hecho, no podrían utilizar la penicilina, tendrías que hacer un agujero a través de tus pantalones y rezar. Cualquier cosa que “creas” no es tan efectiva como la medicina. De nuevo puedes decir “esto funciona para mi”, pero también los placebos. Mi punto es que digo que Dios no existe. No digo que la fe no existe, sé que la fe existe; la veo todo el tiempo. Pero creer en algo no lo hace verdadero. Esperando que algo sea verdad no lo convierte en verdad. La existencia de Dios no es subjetiva: el existe o él no existe. No es una cuestión de opinión. Tú puedes tener tus propias opiniones, pero no puedes tener tus propios hechos.
¿Por qué no creo en Dios? No, no, no. ¿Por qué TÚ crees en Dios? Seguramente la carga de la prueba cae sobre el creyente. Ustedes empezaron esto. Si yo vengo y te digo “¿por qué no crees que yo pueda volar?” tu dirías, “¿por qué debería hacerlo?”. Yo respondería “porque es una cuestión de fe”. Y si yo luego dijera “Prueba que no puedo volar. Prueba que no puedo volar… ¿ves?, ¿ves? No puedes probarlo, ¿o sí?”, probablemente te irías caminando o llamarías a seguridad, o me arrojarías a través de la ventana gritando “vuela entonces lunático”.
Este es, por supuesto, un tema de espiritualidad, la religión es un tema diferente. Como ateo, no veo nada de “malo” en creer en un dios. No pienso que exista un dios, pero la creencia en él no hace daño. Si te ayuda de algún modo, entonces está bien por mí. Es cuando las creencias empiezan a infringir los derechos de otras personas lo que me preocupa. Nunca negaré tu derecho a creer en un dios, pero sí me preocuparé de que no maten gente que cree en un dios diferente, por ejemplo; o que apedreen a alguien hasta la muerte porque tu libro sagrado dice que su sexualidad es inmoral. Es extraño que alguien que cree que un ser todopoderoso y omnisapiente responsable por todo lo que pasa, querría también juzgar y castigar a la gente por lo que es. De lo que puedo ver, el peor tipo de persona que puedes ser es un ateo. Los primeros cuatro mandamientos inciden sobre este punto. “Hay un Dios, yo soy Él, nadie más lo es, ustedes no son tan buenos y no lo olviden”. (“No matar” no se menciona hasta el punto número seis).
 Cuando me veo confrontado con alguien al que le desagrada mi carencia de fe religiosa, simplemente digo “es la manera en la que Dios me hizo”.
¿Pero realmente de qué son acusados los ateos?
La definición de diccionario de Dios es “un creador y supervisor sobrenatural del universo”. Incluidos en esta definición están todas las deidades, diosas, y seres sobrenaturales. Desde los inicios de la historia registrada, la cual está definida por la invención de la escritura por los Sumerios alrededor de 6000 años atrás, los historiadores han catalogado más de 3700 entes sobrenaturales, de los cuales 2870 pueden ser considerados deidades.
Así que la próxima vez que alguien me diga que cree en Dios, diré “¿En cuál? ¿Zeus?, ¿Hades?, ¿Júpiter?, ¿Marte?, ¿Odín?, ¿Thor?, ¿Krishna?, ¿Vishnu?, ¿Rá?...”. Y si dice “Sólo Dios. Yo solo creo en el único Dios”, señalaré que es casi tan ateo como yo. Yo no creo en 2870 dioses, mientras que él no cree en 2869.
Yo alguna vez creí en Dios. Me refiero al Dios cristiano.
Yo amé a Jesús; él era mi héroe. Más que las estrellas de pop, más que los futbolistas, más que Dios. Dios por definición era omnipotente y perfecto. Jesús era un hombre, y tuvo que luchar en ello. Tuvo tentaciones pero venció al pecado; tuvo integridad y coraje. Pero era mi héroe porque era bueno. Y era bueno con cualquiera. Él nunca presionó ni fue tirano ni cruel con sus coetáneos. No le importaba quién fueras. Él te amaba. ¡Qué tipo!, yo quería ser como él.
Un día, cuando tenía unos 8 años de edad, estaba dibujando la crucifixión como parte de mi tarea de estudio de la Biblia. También amaba el arte, y la naturaleza. Amaba cómo Dios había hecho a todos los animales; eran casi perfectos. Incondicionalmente bellos. Era un mundo maravilloso.
Yo viví en un área urbana de clase trabajadora muy pobre llamada Reading, a unas 40 millas al oeste de Londres. Mi padre era un jornalero y mi mamá ama de casa. Nunca me avergoncé de la pobreza; era casi noble. Incluso, todos los que yo conocía estaban en la misma situación, y yo tenía todo lo que necesitaba. La escuela era gratis, mi ropa era barata y siempre limpia; y mamá estaba siempre cocinando. Ella estaba cocinando el día que yo dibujaba la crucifixión.
Yo estaba sentado en la mesa de la cocina cuando mi hermano llegó a casa. El era 11 años mayor que yo, así que tendría unos 19. Era tan listo como cualquiera que yo conocía, pero también era molesto. Siempre contestaba todo y se metía en problemas. Yo era un niño bueno; iba a la Iglesia y creía en Dios – que alivio para una madre de clase trabajadora. Verán, al crecer en donde yo viví, las mamás no aspiraban a algo tan alto como para querer que sus hijos fueran doctores; simplemente esperaban que sus hijos no vayan a la cárcel. Háganlos crecer creyendo en Dios y serán buenos y respetuosos de la ley. Es un sistema perfecto. Bueno, casi. 75% de los Americanos son cristianos temerosos de Dios; 75% de los prisioneros son cristianos temerosos de Dios. 10% de los Americanos son ateos; 0.2% de los prisioneros son ateos.
En fin, ahí estaba yo dibujando muy feliz a mi héroe, cuando mi hermano mayor Bob preguntó “¿por qué crees en Dios?”. Una simple pregunta, pero mi mamá entró en pánico. “Bob”, dijo ella en un tono que yo sabía que significaba “cállate”. ¿Por qué era eso algo malo para preguntar? Si había un Dios y mi fe era fuerte, no importaba lo que dijera la gente.
¡Un momento! Dios no existe. Él lo sabe y ella lo sabe en su interior. Era tan simple como eso. Empecé a pensar acerca de ello y haciéndome más preguntas, y después de una hora, era un ateo.
Wow, Dios no existe. Si mamá me había mentido acerca de Dios, ¿también lo había hecho con Santa? Sí, por supuesto, ¿pero a quién le importa? Los regalos seguían viniendo, así como los regalos de mi recién descubierto ateísmo. Los regalos de la verdad, la ciencia, y la naturaleza. La verdadera belleza de este mundo. Aprendí de evolución – una teoría tan simple que solo el más grande genio de Inglaterra había dado con ella. La evolución de las plantas, los animales, y nosotros – con imaginación, libre albedrío, amor y humor. Nunca más necesité una razón para mi existencia, solo una razón para vivir. Y la imaginación, el libre albedrío, el amor, el humor, la diversión, la música, los deportes, la cerveza y la pizza son todas muy buenas razones para vivir.
Pero vivir una vida honesta – para ello tu necesitas la verdad. Esa fue la otra cuestión que aprendí ese día: que la verdad, aunque chocante e incómoda, al final lleva a la liberación y a la dignidad.
Así que, qué significa realmente la pregunta “¿por qué no crees en Dios?”. Yo creo que cuando alguien pregunta eso, en verdad están cuestionando sus propias creencias. En cierto sentido, ellos preguntan “¿qué te hace tan especial?”, “¿cómo es que no te lavaron el cerebro como al resto de nosotros?”, “¿cómo te atreves a decir que soy un tonto y que no iré al cielo?”. Seamos honestos, si una sola persona creyera en Dios, sería considerada algo extraña. Pero como es una visión muy popular, es aceptada. ¿Y por qué es una visión tan popular? Es obvio, es una proposición atractiva. Cree en mí y vivirás por siempre. De nuevo, si fuera solo materia de espiritualidad estaría bien. “Haz a los otros…” es una buena regla. Yo vivo según ella. Perdonar es probablemente la mayor virtud que existe. Pero eso es exactamente lo que es: una virtud. No solo una virtud cristiana. Nadie es dueño de la capacidad de ser bueno. Yo soy bueno, solo que no creo que vaya a ser recompensado por ello en el cielo. Mi recompensa es aquí y ahora. Es saber que trato de hacer lo correcto; que vivo una vida buena. Y ahí es donde la espiritualidad realmente pierde su camino: cuando se convierte en una herramienta para golpear a la gente. “Haz esto o te quemarás en el infierno”.
No te quemarás en el infierno, pero sé bueno de todos modos.

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