¿Cómo aprende un niño cuestiones acerca de la vida? El niño nace con una cierta experiencia dentro del vientre materno (aunque todo recuerdo de ello queda en el subconsciente) y a medida que pasan los días, meses y años, va aprendiendo cosas acerca de su entorno, de la vida, de sí mismo y luego del cosmos.
En la mayoría de sociedades del mundo, y a lo largo de toda la historia, la educación de una persona en sus primeros años de vida tiene que ver con valores familiares, desarrollo de facultades motoras y mentales, y como elemento infaltable, una religión de por medio.
Casi ningún niño del mundo se salva de ésta educación religiosa. Desde pequeños se nos enseña a creer en Dios, a respetar sus leyes y a vivir como mandan las escrituras (que varían de acuerdo al lugar geográfico en el que hayamos nacido). Hasta aquí todo parece razonable. Pero, ¿esta educación religiosa aporta algo bueno al individuo y por consiguiente a las sociedades?
A continuación veremos que no es así, y que lo único que se consigue con ella es una visión negativa de este mundo, de nosotros mismos y de nuestra naturaleza biológica.
Desde muy chicos aprendemos acerca de Dios y de Satanás, personajes totalmente opuestos y que reflejan una visión polarizada y sesgada del mundo real: uno como representante del bien y el otro como representante del mal.
A medida que vamos creciendo estas ideas se van afianzando en nuestra mente y forman parte de nuestra ideología; hemos crecido siempre oyendo y aprendiendo eso. Esta cuestión de la vida espiritual y de que los muertos aún viven mediante su espíritu solo sirve para atemorizar a las personas, y no para dar realmente una esperanza de una vida más allá, como es la intención de estos conceptos. ¿Cómo así? Pues al creer en una vida espiritual, es que surgen los temores a los fantasmas, a los demonios, a los espíritus malignos y a lo que pueda haber en la oscuridad (que se diferencia del temor cauteloso a la oscuridad como prevención de alguna amenaza real, como depredadores, huecos en el suelo, y en general algo con lo que podamos dañarnos físicamente). Muchas personas temen quedarse solas en sus casas por temor a estas cosas, cuando en realidad nada de esto es real.
Y además, la idea del infierno como morada futura y eterna de los pecadores y de los que no hayan seguido a Dios y sus mandamientos como se debe, aumenta mucho más ese temor reverencial y que solo crea niños atemorizados y sumisos, para luego formar una sociedad de adultos supersticiosos, ignorantes y llenos de tabúes.
La Biblia, y los libros sagrados de otras culturas (o dogmas de cualquier tipo transmitidos de generación a generación) pretenden enseñar cuestiones morales y que ayuden al individuo y a los grupos más grandes a acercarse más a Dios y a ser mejores personas. Pero, en la realidad, esto no es más que una utopía, ya que las enseñanzas bíblicas y religiosas en general solo generan discriminación, ignorancia de la naturaleza, y paranoia colectiva, por no mencionar otros aspectos negativos. Basta un poco de ciencia para darse cuenta de las tremendas y terribles inconsistencias que existen entre los escritos “sagrados” y la naturaleza real. Tal fragilidad de las ideas religiosas y de los conceptos divinos y sobrenaturales en general, es tan obvia que todo el mundo debería decirse a sí mismo:
“Me equivoqué todo este tiempo, me enseñaron algo que no era verdad; pues ahora me gustaría aprender cosas acerca del mundo de manera objetiva y racional.”
Sin embargo, todo lo contrario sucede, al menos en una cantidad considerable de personas. Ahora, la pregunta que surge como consecuencia de esto es: ¿Por qué motivo sucede de esta manera?
La respuesta es que después del adoctrinamiento extremo al que nos vemos sometidos desde que tenemos uso de razón (aunque algunas personas ―aún siendo adultas― nunca la alcanzan), se nos es difícil e incluso doloroso dejar atrás estas ideas y creencias. Muchas personas ya han construido sus vidas teniendo como base a las religiones o al menos a las ideas religiosas. El sufrimiento causado al abandonar estas ideas, o la idea de solo dejarlas, es tan grande que es preferible para ellas bloquear su mente ante los argumentos racionalistas.
Es por esto que considero, como muchos lo han planteado antes ya, que el adoctrinamiento religioso en los niños se puede catalogar como abuso infantil, e incluso si extendemos esto a la sociedad en general, se podría considerar como un abuso que atenta contra los derechos humanos e incluso hasta podríamos considerarlo como un auto-abuso en muchos casos, que sólo conlleva a producir individuos cada vez más atemorizados ante lo irreal, con mayor tendencia a creer en diversas cosas irracionales y subjetivas, y poseedores de una cuota de ignorancia cada vez más creciente.
La única solución ante este grave problema social es incrementar la educación y fomentar el pensamiento racional y escéptico; entender mejor los procesos biológicos que nos han convertido en lo que somos y, por último, entender de una vez por todas que este mundo sería mejor sin religiones y sin creencias absurdas que nos aten a una vida futura inexistente que nos distrae de la única y maravillosa vida que tenemos, la cual vamos construyendo nosotros mismos a base de actos y hechos.
El mejor legado que podemos dejarle a las generaciones futuras, es una sociedad más racional, mejor dotada para pensar por sí misma y para analizar cualquier idea existente de manera objetiva. Si sucediera esto, estoy seguro que se acabarían las guerras absurdas, la discriminación sin fundamento, los odios gratuitos y los dogmas irrefutables, inamovibles y “sagrados”.
En la mayoría de sociedades del mundo, y a lo largo de toda la historia, la educación de una persona en sus primeros años de vida tiene que ver con valores familiares, desarrollo de facultades motoras y mentales, y como elemento infaltable, una religión de por medio.
Casi ningún niño del mundo se salva de ésta educación religiosa. Desde pequeños se nos enseña a creer en Dios, a respetar sus leyes y a vivir como mandan las escrituras (que varían de acuerdo al lugar geográfico en el que hayamos nacido). Hasta aquí todo parece razonable. Pero, ¿esta educación religiosa aporta algo bueno al individuo y por consiguiente a las sociedades?
A continuación veremos que no es así, y que lo único que se consigue con ella es una visión negativa de este mundo, de nosotros mismos y de nuestra naturaleza biológica.
Desde muy chicos aprendemos acerca de Dios y de Satanás, personajes totalmente opuestos y que reflejan una visión polarizada y sesgada del mundo real: uno como representante del bien y el otro como representante del mal.
A medida que vamos creciendo estas ideas se van afianzando en nuestra mente y forman parte de nuestra ideología; hemos crecido siempre oyendo y aprendiendo eso. Esta cuestión de la vida espiritual y de que los muertos aún viven mediante su espíritu solo sirve para atemorizar a las personas, y no para dar realmente una esperanza de una vida más allá, como es la intención de estos conceptos. ¿Cómo así? Pues al creer en una vida espiritual, es que surgen los temores a los fantasmas, a los demonios, a los espíritus malignos y a lo que pueda haber en la oscuridad (que se diferencia del temor cauteloso a la oscuridad como prevención de alguna amenaza real, como depredadores, huecos en el suelo, y en general algo con lo que podamos dañarnos físicamente). Muchas personas temen quedarse solas en sus casas por temor a estas cosas, cuando en realidad nada de esto es real.
Y además, la idea del infierno como morada futura y eterna de los pecadores y de los que no hayan seguido a Dios y sus mandamientos como se debe, aumenta mucho más ese temor reverencial y que solo crea niños atemorizados y sumisos, para luego formar una sociedad de adultos supersticiosos, ignorantes y llenos de tabúes.
La Biblia, y los libros sagrados de otras culturas (o dogmas de cualquier tipo transmitidos de generación a generación) pretenden enseñar cuestiones morales y que ayuden al individuo y a los grupos más grandes a acercarse más a Dios y a ser mejores personas. Pero, en la realidad, esto no es más que una utopía, ya que las enseñanzas bíblicas y religiosas en general solo generan discriminación, ignorancia de la naturaleza, y paranoia colectiva, por no mencionar otros aspectos negativos. Basta un poco de ciencia para darse cuenta de las tremendas y terribles inconsistencias que existen entre los escritos “sagrados” y la naturaleza real. Tal fragilidad de las ideas religiosas y de los conceptos divinos y sobrenaturales en general, es tan obvia que todo el mundo debería decirse a sí mismo:
“Me equivoqué todo este tiempo, me enseñaron algo que no era verdad; pues ahora me gustaría aprender cosas acerca del mundo de manera objetiva y racional.”
Sin embargo, todo lo contrario sucede, al menos en una cantidad considerable de personas. Ahora, la pregunta que surge como consecuencia de esto es: ¿Por qué motivo sucede de esta manera?
La respuesta es que después del adoctrinamiento extremo al que nos vemos sometidos desde que tenemos uso de razón (aunque algunas personas ―aún siendo adultas― nunca la alcanzan), se nos es difícil e incluso doloroso dejar atrás estas ideas y creencias. Muchas personas ya han construido sus vidas teniendo como base a las religiones o al menos a las ideas religiosas. El sufrimiento causado al abandonar estas ideas, o la idea de solo dejarlas, es tan grande que es preferible para ellas bloquear su mente ante los argumentos racionalistas.
Es por esto que considero, como muchos lo han planteado antes ya, que el adoctrinamiento religioso en los niños se puede catalogar como abuso infantil, e incluso si extendemos esto a la sociedad en general, se podría considerar como un abuso que atenta contra los derechos humanos e incluso hasta podríamos considerarlo como un auto-abuso en muchos casos, que sólo conlleva a producir individuos cada vez más atemorizados ante lo irreal, con mayor tendencia a creer en diversas cosas irracionales y subjetivas, y poseedores de una cuota de ignorancia cada vez más creciente.
La única solución ante este grave problema social es incrementar la educación y fomentar el pensamiento racional y escéptico; entender mejor los procesos biológicos que nos han convertido en lo que somos y, por último, entender de una vez por todas que este mundo sería mejor sin religiones y sin creencias absurdas que nos aten a una vida futura inexistente que nos distrae de la única y maravillosa vida que tenemos, la cual vamos construyendo nosotros mismos a base de actos y hechos.
El mejor legado que podemos dejarle a las generaciones futuras, es una sociedad más racional, mejor dotada para pensar por sí misma y para analizar cualquier idea existente de manera objetiva. Si sucediera esto, estoy seguro que se acabarían las guerras absurdas, la discriminación sin fundamento, los odios gratuitos y los dogmas irrefutables, inamovibles y “sagrados”.
3 comentarios:
Hola me llamo René, soy de Chile, la verdad te había escrito un buen texto aquí pero por problemas de esta cosa se me borró, pero basicamente es que tengo un blog donde escribo cosas con una mirada que pretende ser racional, escéptica y algo naturalista, me da una flojera enorme volver a escribirte todo denuevo, es por ello que te dejo mi mail para poder intercambiar ideas y si se puede algo de material y así solidificar más mi discurso y poder ayudar o ser aporte en algo...me interesó mucho tu tipo de ideología y tu pensamiento sobre el creacionismo y fundamentalismo.
bueno te dejo mi mail y mi blog, aunke en mi blog no encontrarás una solidez en lo que escribo ya que son pensamientos incipientes sobres situaciones, estoy tratando de mejorar eso en base a la lectura, que me ha hecho bastante bien...
jooa88@hotmail.com
jooa88.wordpress.com
Ok René, nos mantendremos comunicados por correo. Ya le di una leida a tu blog y está interesante. Leí tu post sobre el ateísmo. Si quieres conocer mi punto de vista acerca del tema, te invito a leer mi articulo Ateismo o Agnosticismo ¿Cual es Mas Correcto?
Un saludo.
Otra cosa que he podido ver es que te gusta la misma música que a mi =)
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