Sacrificio de Sustitución en el Segundo Isaías
Los historiadores han utilizado diferentes fuentes de la Biblia Hebrea (2 Reyes 25; Jer. 52) para reconstruir cómo el reino del sur de Judá cayó ante los babilonios. Debido al divorcio de las demandas mutuamente competitivas entre el imperio Egipcio al sur y el imperio Babilonio al noreste, Zedekias, rey de Judá, tomó la decisión de unirse a los primeros. La armada babilonia bajo el mando del rey Nabucodonosor marchó hacia Judá y sitió Jerusalén durante dieciocho meses, causando una severa opresión y hambruna en la ciudad. Finalmente, las paredes fueron destruidas, la oposición asesinada, y el Templo Sagrado (construido por Salomón unos 400 años antes) destruido. Zedekias trató de escapar pero fue capturado: Nabucodonosor asesinó a sus hijos delante de él, y luego le quitaron los ojos y lo llevaron apresado a Babilonia. Muchos de los miembros de elite de la aristocracia de Jerusalén fueron también apresados y llevados a Babilonia (la idea era que de ese modo no podían fomentar una rebelión estando fuera de su tierra). Es en este contexto que el Segundo Isaías dio su proclamación.
Desde hace más de 100 años, los expertos se han dado cuenta de que los capítulos 40-55 del libro de Isaías no podían provenir del autor que escribió (la mayoría de) los 39 primeros capítulos. Estos primeros capítulos presuponen una situación en la cual Asiria ataca a Judá – esto es, fueron escritos en el siglo VIII A.E.C 1. Los capítulos 40-55, por el contrario, presuponen una situación en la cual el reino del sur ya había sido destruido y su gente llevada al exilio – esto es, a mediados del siglo VI A.E.C. Quizás debido a que ambos libros tratan temas proféticos similares, alguien en una fecha posterior los combinó en un solo papiro, añadiendo también los capítulos 56-66 de un profeta aún posterior a los dos anteriores (el tercer Isaías) y que escribió en un contexto diferente.
El Tercer Isaías concuerda con sus antecesores proféticos en considerar el sufrimiento que cayó sobre la gente de Israel como un castigo debido a sus pecados contra Dios. De hecho, Israel ha “recibido doble de la mano de Dios por todos sus pecados” (40: 2). Esta regla de pecado y castigo, sin embargo, se aplica no solo al conquistado Israel sino también a la conquistadora Babilonia, como el mismo Dios informara a esta última:
Me enojé contra mi pueblo, profané mi heredad, y los entregué en tu mano; no les tuviste compasión…
…Estas dos cosas te vendrán de repente en un mismo día, orfandad y viudez; en toda su fuerza vendrán sobre ti, a pesar de la multitud de tus hechizos y de tus muchos encantamientos…
…Vendrá, pues, sobre ti mal, cuyo nacimiento no sabrás; caerá sobre ti quebrantamiento, el cual no podrás remediar; y destrucción que no sepas vendrá de repente sobre ti. (Isaías 47: 6, 11)
Una enseñanza clave del Segundo Isaías, a diferencia de los profetas de antes del desastre, es que ahora que Judá ha pagado por sus pecados siendo castigados, Dios cambiará de parecer y perdonará a su gente, restaurándolos a la tierra prometida y empezando una nueva relación con ellos. Esto es lo que dicen las familiares primeras palabras de la versión del profeta:
Consolaos, consolaos, pueblo mío, dice vuestro Dios. Hablad al corazón de Jerusalén; decidle a voces que su tiempo es ya cumplido, que su pecado es perdonado; que doble ha recibido de la mano de Jehová por todos sus pecados. (Isaías 40: 1-2)
O como dice más tarde:
Por un breve momento te abandoné, pero te recogeré con grandes misericordias. Con un poco de ira escondí mi rostro de ti por un momento; pero con misericordia eterna tendré compasión de ti, dijo Jehová tu Redentor. (Isaías 54: 7-8)
Del mismo modo en que Dios salvó a Israel de la esclavitud en Egipto muchos siglos atrás, guiándolo a través del desierto hacia la tierra prometida, actuará de nuevo, haciendo “un camino en el desierto para nuestro Dios”. Este retorno será milagrosamente realizado: “todo valle sea alzado, y bájese todo monte y collado; y lo torcido se enderece, y lo áspero se allane. Y se manifestará la gloria de Jehová, y toda carne juntamente la verá; porque la boca de Jehová ha hablado” (Isaías 40, 3-5). Este glorioso retorno a través del desierto vendrá para todos aquellos que confíen en el Señor:
Él da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas. Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen; pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán. (Isaías 40, 29-31)
En varios pasajes notables del libro, Dios habla de Israel como su sirviente escogido, que fue enviado al exilio pero que ahora será restaurado, mientras sus enemigos serán dispersados:
Pero tú, Israel, siervo mío eres; tú, Jacob, a quien yo escogí, descendencia de Abraham mi amigo. Porque te tomé de los confines de la tierra, y de tierras lejanas te llamé, y te dije: Mi siervo eres tú; te escogí, y no te deseché. No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia. (Isaías 41: 8-10)
Es importante para el entendimiento del Segundo Isaías, reconocer que es explícitamente la gente de Israel, evidentemente aquellos enviados al exilio, quienes son llamados “siervo mío” (41: 8). Como el profeta dice más tarde, “Mi siervo eres, oh Israel, porque en ti me gloriaré (49: 3). La razón por la que esto importa es que algunos de los pasajes del Segundo Isaías fueron tomados por los primeros cristianos para referirse nada menos que al Mesías, Jesús, que se pensaba que había sufrido por el bien de los demás, trayendo redención. Y, de hecho, es difícil para los cristianos familiarizados con el Nuevo Testamento leer pasajes como Isaías 52: 13 – Isaías 53: 3-8 sin pensar en Jesús:
He aquí que mi siervo será prosperado, será engrandecido y exaltado, y será puesto muy en alto… Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos. Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros. Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca. Por cárcel y por juicio fue quitado; y su generación, ¿quién la contará? Porque fue cortado de la tierra de los vivientes, y por la rebelión de mi pueblo fue herido.
Para interpretar pasaje tan importante, muchos puntos son importantes. El primero es el que establecí en un capítulo anterior: los profetas de Israel no videntes con bolas de cristal tratando de ver el futuro distante (Jesús no aparecería por otros cinco siglos); ellos hablaban una palabra de Dios a la gente que vivía en su propio tiempo. Más aún, no hay nada en el pasaje que sugiera que el autor habla de un futuro Mesías. Por una razón, la palabra Mesías nunca aparece en este pasaje (lea el libro entero Ud. mismo). Además de esto, los sufrimientos de este “siervo” se presentan en tiempo pasado, no en futuro. A la luz de estos puntos, es fácil ver por qué, antes del Cristianismo, ningún intérprete judío pensó que este pasaje era un indicativo de cómo sería o qué haría el Mesías. El Judaísmo antiguo (antes del Cristianismo) nunca tuvo la idea de que el Mesías sufriría por otros – esta es la razón por la cual la mayoría de judíos rechaza la idea de que Jesús pudiera ser el Mesías. El Mesías tenía que ser una figura de grandeza y poder – por ejemplo, alguien como el gran Rey David – quien gobernaría sobre la gente de Dios. ¿Pero quién fue Jesús? Un criminal crucificado, justo lo contrario a lo que un Mesías debería ser.
Finalmente, es importante reiterar el punto clave: el autor del Segundo Isaías nos dice explícitamente quién es el “siervo” que ha sufrido: es el mismo Israel, específicamente Israel llevado al exilio (41: 8; 49: 3). A pesar de todo, por supuesto, los cristianos llegaron a pensar que este pasaje se refería a su Mesías, Jesús. Diré unas cuantas palabras acerca de esto en un momento. Por ahora, la cuestión es lo que el Segundo Isaías quiso decir en su propio contexto histórico. Si este pasaje se refiere a “mi siervo, Israel”, ¿qué es lo que significa?
Como los otros profetas, el Segundo Isaías creía que el pecado requería de un castigo. Israel, el siervo de Dios, exiliado a Babilonia, sufrió horriblemente a manos de sus opresores. Este sufrimiento trajo consigo una expiación. Del mismo modo que un animal sacrificado en el Templo traería expiación por los pecados, también lo haría el exiliado Israel. Sufrió por las transgresiones de otros. Utilizando una metáfora en la cual Israel es identificado como un individuo, un “siervo del Señor”, el Segundo Isaías indica que la gente exiliada sufrió explícitamente por otros. La nación puede, por lo tanto, ser perdonada, restaurada a una correcta relación con Dios, y retornada a la Tierra Prometida. La lógica de este pasaje, en otras palabras, tiene sus raíces en el clásico entendimiento del sufrimiento, de que el pecado requiere de un castigo y de que el sufrimiento se debe a la desobediencia.
El entendimiento cristiano de la expiación.
Aunque el Segundo Isaías le hablaba al Israel en exilio, para mostrarles que el castigo que recibieron de Dios fue suficiente para traer una reconciliación entre Dios y su pueblo, los cristianos de épocas posteriores pensaron que sus palabras acerca del siervo sufrido debían ser tomadas mesiánicamente, como referencia a la crucifixión de Jesús. Es importante recordar que, cuando los cristianos contaban las historias acerca de la crucifixión de Jesús, y aún más adelante cuando los escritores de los evangelios describieron lo que transpiró en la crucifixión, lo hacían teniendo en mente pasajes como Isaías 53 (y Salmos 22, por ejemplo). Las descripciones en estos pasajes de alguien que sufre, vienen a retratar la manera en la que los cristianos contaban sus historias de la Pasión de Jesús. Así, el siervo sufrido, originalmente pensado como Israel, fue silencioso “como una oveja” mientras duraba su sufrimiento (Isaías 53: 7), y Jesús fue mostrado como silencioso durante su juicio. El siervo sufrido fue “contado entre los pecadores” (Isaías 53: 12), y Jesús fue crucificado entre dos malhechores. El siervo fue “despreciado y rechazado por otros” (Isaías 53: 3), y Jesús fue rechazado por su gente y burlado por los soldados romanos. El siervo fue “herido por nuestros pecados” (Isaías 53: 5), y la muerte de Jesús fue pensada para traer expiación. El siervo “dispuso su sepultura… con los ricos” (Isaías 53: 9), y se piensa que Jesús fue enterrado por un hombre rico, José de Arimatea. Se pensó que el siervo sería reivindicado después de su sufrimiento, por lo que el Señor “prolongaría sus días” (Isaías 53: 10), y se piensa que Jesús fue resucitado de entre los muertos. No es ningún accidente que el relato de la crucifixión presente en el Nuevo Testamento suene tan parecido a Isaías 53 – los autores de estos relatos pensaron en el siervo sufrido de Isaías cuando escribían sus relatos.
1. Nota del traductor: A.E.C., Antes de la Era Común (B.C.E. por sus siglas en inglés), que es equivalente a A.C. (antes de Cristo), aunque tiene una connotación más secular que esta última.
Traducción: Daniel Barona Narváez.
1 comentario:
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