Escribí hace algún tiempo una especie de carta-artículo para comunicar a mis padres los motivos de mi ateismo. Siempre hemos tenido bastante confianza como para hablar de todo, pero como este es un tema "especial", decidí hablar con ellos y contarles mis ideas, pero me pareció que un escrito complementaría la labor. Los argumentos que presento en el articulo, el cual dividiré en dos partes, no son todos los argumentos que poseo en cuanto a la creencia en Dios, pero me parece que son una buena introducción al tema. Como puede notarse al principio, utilizo una frase de San Agustín, la cual utilicé posteriormente para escribir "Las Ideas Erróneas de San Agustín", que es el primer artículo publicado en el blog. Que lo disfruten.
Escribo este pequeño artículo principalmente para contarles acerca de algo importante en lo que atañe a mi ideología y a mi forma de ver el mundo.
Podría empezar definiendo tres conceptos: teísmo, deísmo y ateísmo.
El teísmo consiste en la creencia en algún ser divino (llámese Dios, Alá, Yahvé, Jehová, Zeus, Thor, etc.) como creador y diseñador de nuestro universo; un ser espiritual omnipotente, omnipresente y omnisapiente, el cual interviene directa e indirectamente en los acontecimientos diarios de todas las personas y que además escucha nuestras oraciones, lee nuestras mentes y satisface en ocasiones nuestros buenos deseos y/o anhelos.
El deísmo es conceptualmente similar al teísmo, con la diferencia de que se le da la denominación de “Dios” al conjunto de procesos y leyes naturales de nuestro Universo. La diferencia principal de este con el teísmo es que una persona deísta no cree en un Dios que escuche plegarias, ni que actúe directa y conscientemente en los acontecimientos del mundo, sino que simplemente, utiliza la etiqueta de Dios para llamar así a la naturaleza en general.
Por último, el ateísmo consiste en la no creencia en divinidad alguna. Generalmente, las personas que llegan a este punto, lo han hecho después de años de análisis racional, objetivo y escéptico de los fenómenos naturales en general.
Una cosa que se puede notar fácilmente es que las personas ateas han pasado por todas y cada una de estas tres fases en una escala secuencial de la siguiente forma: teísmo ® deísmo ® ateísmo.
El concepto de Dios se transmite de generación en generación y por lo general se nos inculca desde muy pequeños, llegando a ser, después de poco tiempo, parte inherente de nuestra forma de pensar y de ver el mundo. Por lo general, las personas no se cuestionan nunca ni se pregunta demasiado acerca de cuestiones religiosas, debido a que existe un temor al castigo divino.
Como dijo San Agustín:
“Existe otra forma de tentación; aún más cargada de peligro. Esa es la enfermedad de la curiosidad. Es ella la que nos impulsa a tratar de descubrir los secretos de la naturaleza; esos secretos que están más allá de nuestro entendimiento, que no nos proporcionarán ninguna ventaja, y los cuales el hombre no debería desear aprender”
Esta es una muestra del pensamiento autoritario y retrógrado de toda religión con respecto a la curiosidad humana (¡tremenda bendición!, por cierto).
En este punto se hace necesario hacerse la siguiente pregunta: ¿Por qué no le conviene a ninguna religión que uno despliegue su curiosidad al máximo? La respuesta es muy simple: Porque las doctrinas religiosas se basan en la creencia a ojos cerrados en diversos conceptos (fe) y lo más notable, sin existir evidencia alguna de nada de lo que alegan (e incluso, a pesar de las pruebas). Si uno se pone a pensar profundamente y a preguntarse cosas acerca de nuestra existencia y de las muchas contradicciones existentes entre el mundo real que vemos día a día y las doctrinas religiosas y el concepto de Dios, entonces saldrán a relucir muchos cuestionamientos ante esta situación. Cuestionamientos que muchas veces no surgen, debido a una auto-represión inconsciente para pensar en cuestiones profundas de índole existencial y natural.
Hasta ahora no he avanzado mucho en el tema, pero creo que ya se habrán dado cuenta por donde va la cosa.
Una cosa que debo remarcar es que mi forma de pensar actual no se debe a ningún tipo de desilusión ni decepción ni influencia externa. Nada de eso. Durante años he estado pensando de manera oscilante e intermitente en este tipo de cuestiones, aunque en los últimos meses de manera más profunda. Las razones que me han llevado a no creer en Dios son de índole puramente racional, y cabe decir que trato de mantener la objetividad en la medida de lo posible. Desde hace un buen tiempo (algunos años) mi forma de pensar ha sido esencialmente deísta, aunque quedaban remanentes en mí del pensamiento teísta. Como dije anteriormente, el concepto está tan arraigado en la mayoría de humanos que es difícil hasta cierto punto dejar el teísmo por completo.
Muchas son las razones, que me han llevado a la no creencia. En lo que sigue enumeraré sólo algunas, ya que si me explayo demasiado, podría escribir un libro acerca de esto (no es mala idea...)
Antes de pasar a mis argumentos, creo prudente decir que la religión en la que uno se cría es algo relativo al sitio de nacimiento. Yo he nacido en un país en el que predomina el cristianismo, por lo que la influencia a la que he sido sometido (no solo yo, sino todos los nacidos en estas latitudes) ha sido netamente cristiana. Pero ahora pensemos un poco y supongamos que en lugar de haber nacido en el Perú, haya nacido en Arabia Saudita, en donde sería musulmán; o en la Grecia Antigua, en donde sería adorador de Zeus; o en la India actual, en donde sería politeísta. Pero, ¿acaso la verdad absoluta se encuentra en sólo una de ellas? Me parece que cada religión está construida en diferentes realidades y de acuerdo a experiencias culturales muy disímiles entre ellas.
Ahora sí, me parece conveniente separar mis razones de acuerdo a tres ámbitos diferentes: Sociología, Filosofía y Epistemología [1]; Religión; y Ciencias naturales.
Sociología, Filosofía y Epistemología:
En esta parte expondré las razones humanísticas, epistemológicas y filosóficas que me llevan a pensar en la no existencia de divinidad alguna.
Sentirnos protegidos: El ser humano siente la necesidad de tener algún apoyo o protección divina. Desde tiempos remotos, se han realizado rituales y ceremonias honrando a los dioses para así obtener la gracia de estos por medio de recompensas de la naturaleza: lluvias, climas favorables, suelos fértiles, etc. Durante cientos de miles de años, se ha arraigado en nuestras mentes una necesidad de sentirnos protegidos por alguna entidad divina, llámese Dios, Sol, Luna, Madre Tierra, etc. Incluso la evolución y la selección natural favorecieron el desarrollo de esta característica cultural. Nuestros ancestros crearon desde hace milenios la idea de un Dios (o dioses) y la propagaron y transmitieron hasta nuestros días, valiéndose de leyendas y mitos locales, o incluso metáforas y cuentos populares para dicho fin. Así que ahora, quizás para muchas personas sea algo duro pensar siquiera en un mundo sin un Dios.
La voluntad de Dios: Las religiones nos han metido en la cabeza desde tiempos históricos que nuestro destino está ya dicho, y que por lo tanto, lo que sucede es a menudo voluntad de Dios. Ahora, a partir de este punto surgen varios problemas. El primero lo explicaré con un ejemplo: Una persona tiene un familiar muy enfermo y se ora todos los días por su salud. Dicho familiar es sometido a intervenciones médicas y tratamientos para restaurar su salud, pero después de cierto tiempo, fallece. Ahora, un creyente diría: Fue la voluntad de Dios. Pero si nos ponemos en un caso alternativo en el cual el familiar se recupera y sana, entonces el mismo creyente diría: Fue la voluntad de Dios.... ¿No es absurdo dicho razonamiento? Me parece que sí.
Otro problema de la voluntad de Dios, radica en que si en verdad las cosas sucedieran por su voluntad, existiría una paradoja (incongruencia) entre Su voluntad y el libre albedrío que supuestamente nos da. Pongámoslo así: La voluntad de Dios es que fallezca un familiar para que así nosotros templemos nuestro carácter o nos fortalezcamos y aprendamos cosas, pero a la vez, si tengo que decidir algo en mi vida, ya sea bueno o malo, Él nos lo deja a nuestro libre albedrío, es decir, no interviene para nada, por lo tanto, no se haría su voluntad, sino la mía (eso significa libre albedrío ¿no?). Con esto, se evidencia claramente que las situaciones de la vida se dan por cuestiones probabilísticas o circunstanciales y por decisiones personales, y no por la intervención divina (o la no intervención divina). Además, si es que Dios existiera, ¿no estaría acaso aplicando la famosa Ley del Talión [2] con todos nosotros? Si hacemos cosas malas, nos castiga; si hacemos cosas buenas, nos premia. Personalmente, eso me parecería absurdo proviniendo de un Dios todopoderoso y omnisapiente.
La oración: La mayoría de los humanos estamos acostumbrados a realizar plegarias periódicas en las cuales conversamos con Dios y le agradecemos y pedimos diversas cosas con respecto a nosotros o nuestros seres queridos. Si Dios respondiera a nuestras plegarias como muchos argumentan y aseguran muy convencidos, entonces esperaríamos ver una tendencia estadística hacia la efectividad de la oración. Sin embargo tal evidencia no existe en lo absoluto. Si bien es cierto, muchas veces se cumple lo que pedimos, lo cual corresponde simplemente a cuestiones de rachas estadísticas (Una racha estadística se define como una secuencia de ocurrencias idénticas precedida y seguida de diferentes ocurrencias o de ninguna en absoluto. Para visualizar y entender mejor esto, pongamos un ejemplo: Una moneda tiene una cara (C) y un sello (S); ahora, supongamos que lanzamos la moneda varias veces. Un resultado probable podría ser: C - S S - C C C C - S S S - C C - S - C - S S - C En esta secuencia se pueden ver 17 lanzadas de la moneda, de las cuales salieron 9 caras, 8 sellos y 9 rachas. Existe una prueba estadística para determinar si las rachas se deben al azar o si algún factor externo intervino. De hecho, se han realizado investigaciones acerca de este supuesto fenómeno, pero los resultados han sido negativos para la oración. Por otro lado, si hubiesen resultados positivos, ¿no sería una evidencia contundente para afirmar con pruebas la existencia de Dios?, sin embargo, por mas que muchos científicos creyentes han estado detrás de estos estudios, no se ha logrado probarlo). Si hemos pedido algo a Dios y luego las cosas nos salen como lo pedimos, automáticamente tendemos a decir: fue obra de Dios. Sin embargo, no tomamos en cuenta explicaciones reales y más simples como la estadística y las probabilidades, las cuales explican los fenómenos naturales de manera precisa y satisfactoria.
Lo que sí hay que admitir, es que en muchas ocasiones, la oración sirve como una terapia de auto-sugestión que da resultados únicamente en el caso de alguna enfermedad psicosomática.
Pruebas divinas: Muchas veces decimos que las cosas suceden porque Dios nos prueba. A primera impresión suena lógico, pero si ahondamos más en el tema, no tiene sentido alguno. Me explico: ¿Qué necesidad tiene Dios, una entidad omnisapiente y omnipotente, de probar a seres inferiores en relación a él, si, como entidad omnisapiente y omnipotente, ya sabría de antemano lo que va a suceder o lo que vamos a decidir? Simplemente no hay respuesta, ya que tal situación no tiene sentido.
Por otro lado, como entidad omnisapiente y omnipotente, ¿por qué tendría que cambiar de parecer en algo? (véase el arrepentimiento de haber creado a los hombres para luego mandar el Diluvio Universal en Génesis; y muchos otros ejemplos en la Biblia).
Juega a los dados?: A la luz de estas reflexiones, cabe analizar un poco mas lo siguiente: Si asumimos como cierta la existencia de Dios, entonces aceptamos que Él nos prueba día a día y que permite que haya vida en la Tierra y que se desarrolle de muchas formas; si esto es cierto, ¿querría decir entonces que Dios juega a los dados con nosotros?, es decir, ¿qué necesidad tendría él para probar o ver nuestras reacciones, si supuestamente ya las sabe de antemano? La única respuesta razonable que puedo formular después de lo anterior es que somos un experimento, una especie de pasatiempo para Dios (si es que asumimos que existe).
Vacíos: Una cuestión que el ser humano hace y ha hecho desde tiempos remotos es llenar los vacíos de nuestro conocimiento con la idea de un dios o de varios dioses. La religión en general utiliza dichos vacíos o misterios para explicar (de manera nada objetiva) la existencia e influencia de alguna divinidad en nuestro mundo natural y social. La ciencia, de manera antagónica, analiza la naturaleza lo más objetivamente posible y utiliza dichos misterios de nuestro conocimiento para profundizar e investigar en ellos, llegando a convertir un misterio en un proceso conocido y explicable mediante leyes naturales. Mientras las religiones necesitan la existencia de misterios inalterables para explicar sus doctrinas, la ciencia utiliza los mismos misterios para estudiarlos, analizarlos y quitarles la etiqueta de misterio. En otras palabras, las ideas religiosas basan sus doctrinas en la ignorancia de la naturaleza y sus mecanismos por parte de nosotros, mientras que la ciencia nos permite salir de dicha ignorancia y tratar de entender mejor nuestro mundo natural. A lo largo de la historia humana, han ido develándose muchos misterios (antes considerados como cosas inexplicables y atribuidas a cuestiones divinas), lo que nos ha servido para ampliar los conocimientos que de la naturaleza tiene el ser humano. Personalidades como Galileo galilei, Copérnico, Darwin, Newton, Mendel, entre otros, fueron considerados en su tiempo como herejes por sus ideas contrarias a las impuestas por la religión. Ideas estas, que, con el paso del tiempo, vemos claramente que son congruentes con las leyes que gobiernan este Universo. Para nada el método científico es perfecto, ni pretende dar verdades absolutas, sino que es una herramienta muy eficaz en analizar un fenómeno, verificar su correspondencia con la naturaleza y sacar conclusiones de la manera mas objetiva posible. Y ahí no queda la cosa, sino que una y otra vez se pueden revisar las teorías y realizar correcciones en ellas o descartarlas si es necesario. En el otro extremo, la religión posee numerosos dogmas y doctrinas y pretende mantenerlos inalterables e inmunes ante cualquier escrutinio escéptico, lo que únicamente preserva la ignorancia e impide el avance del conocimiento humano.
[1] La epistemología designa el área de la reflexión filosófica que pretende responder a la pregunta: ¿En qué podemos conocer si un conocimiento es verdadero...?
[2] Ley del Talión: Ojo por ojo, diente por diente
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