Uno de mis proyectos a mediano-largo plazo es la publicacion de un libro acerca de las religiones mas importantes del mundo, sus influencias en las sociedades y el analisis del origen de la concepcion de un dios o dioses en diferentes culturas. Además, desde mi punto de vista de biólogo, abordaré este tema en relacion a la evolucion biológica y de las culturas humanas, y haré un breve análisis de la Biblia y otros libros religiosos a la luz de las ciencias biológicas y las ciencias históricas principalmente. A continuación les pongo la introduccion del libro (que aun no tiene título), la cual de hecho debe ser mejorada antes de la publicacion final:
.........
“El hombre es aceptado en la iglesia por sus creencias
y rechazado por sus conocimientos.”
― Mark Twain.
Recuerdo muchos pasajes de mi niñez. Algunos muy vívidos, otros no tanto. Y seguramente algunos de ellos serán falsos recuerdos. Pero de lo que sí me acuerdo perfectamente es de la intolerancia (de la cual fui testigo en muchas ocasiones) que las religiones tienen hacia las ideas que desafían o contradicen sus dogmas.
Toda mi educación primaria, y parte de la secundaria, estudié en un colegio católico, administrado por curas y monjas de la orden de las Carmelitas. Debo decir que era un colegio muy bueno, en el cual predominaba gente del nivel socioeconómico medio-alto. En él aprendí muchas cosas que, lamentablemente para la mayoría de los escolares del país, no se brindaban en años inferiores, sino en los superiores; e incluso en muchos colegios, no se trataban nunca. Mi punto fuerte siempre fue el idioma inglés; lo aprendí sin mucho esfuerzo, a diferencia de otros temas como la física, por ejemplo. También era bueno en ciencias naturales y en cursos como matemáticas, aunque tenía también otras falencias como cualquier otro alumno.
Pero algo que en ese entonces no tenía muy en cuenta (y ahora sí), era el hecho de que, debido a que el colegio era administrado por una orden religiosa y, en su mayor parte curas y monjas estadounidenses, todo estaba basado en dos cosas: la religión católica y el patriotismo estadounidense[1]. Recuerdo que festejábamos todas las fechas especiales según el calendario católico: Semana Santa, el día de la Virgen María, y todas las festividades que se relacionaban con Dios, Jesús, la Virgen María y los santos. Por otro lado, recuerdo también que cada 4 de julio, ¡celebrábamos el día de la independencia de EE.UU.! Confeccionábamos banderitas de los EE.UU., y teníamos juegos y actuaciones todo ese día. Es justo mencionar, que obviamente, también hacíamos lo propio el 28 de Julio, día en que se celebra el día de la Independencia del Perú.
Haciendo un paréntesis, hay un detalle importante, que afectó mucho (para bien) mi forma de ver a las sectas y religiones, y sus dogmas[2]. En mi familia siempre se ha podido ver una diversidad religiosa no tan común entre las familias peruanas. Por el lado de la familia de mi madre, todos eran Católicos, mientras que por el lado de mi padre eran Adventistas del Séptimo Día. Ambas sectas pertenecen al Cristianismo, aunque, difieren en algunos detalles, importantes para ellos, pero intrascendentes según mi punto de vista. Por ejemplo, los católicos oran y brindan culto a los santos y a la Virgen María (además de a Dios y Jesús), y tienen como día de guardar el Domingo. Por su parte, los adventistas sólo adoran a Dios y a Jesús, y además guardan el Sábado.
Esta última diferencia, fue motivo de un acontecimiento anecdótico, sucedido en mi pubertad. Un día, casi a comienzos de 1994, cuando, si mal no recuerdo, yo cursaba el primer año de secundaria, nos tocaba la clase de Religión, materia que había llevado desde que inicié mi etapa escolar en 1988. La profesora de turno, era (como se acostumbraba en el colegio) una monja, aunque no vestía la indumentaria clásica de las monjas, sino que llevaba siempre un vestido diferente. Supongo que sería una novicia o algo así. Ese día, le comenté a la profesora frente a toda la clase, que en la Biblia decía que el día de guardar era el Sábado (tal y como lo hacían los adventistas), y que, por el contrario, no decía nada del Domingo, que era el día de guardar según los católicos. La verdad que a mí nunca me pareció trascendente esa diferencia, sino que la consideraba una simple variación que en nada afectaba al objetivo común. Pero, la profesora de Religión me respondió, de una manera totalmente inesperada para mi mente de 12 años (y aún ahora resulta así, para mi mente de veintitantos):
“¿Cómo dices eso? ¿Es que acaso no te ha enseñado el catolicismo que el día de guardar es el Domingo? No malinterpretes lo que lees, sin antes preguntarlo a algún entendido. ¡Mañana quiero a tus padres aquí! Tengo que hablar con ellos.”
No tengo que decir, que, en parte me quedé helado con esa respuesta, y en parte tranquilo porque sabía que mis padres no eran el tipo de personas que me amonestarían por hacer una pregunta con el objetivo de saciar mi curiosidad, siempre y cuando la haga respetuosamente. Obviamente el fundamentalismo de la profesora hizo que se sintiera ofendida con la tremenda “herejía” que había yo expresado. Esto me hizo pensar y decirme a mi mismo que una discusión de ese tipo es de lo más intrascendente que pueda haber. Que si el Sábado, el Domingo, el Lunes, o el día que sea haya sido elegido para adorar a Dios, ¿Qué importancia tenía eso? En mi mente de niño, me decía que en vez de elegir un solo día para alabar a Dios, podríamos utilizar los siete días de la semana para hacerlo, mediante acciones buenas y mediante muestras de cariño y respeto a mi prójimo.
Al día siguiente, mis padres fueron a hablar con la profesora. Y, tal y como yo esperaba, ellos se molestaron con ella por tratar de abolir mi curiosidad innata y mi ansia por eliminar el desconcierto ante tal contradicción. Pero lo único que pudo haber generado la actitud fundamentalista y extremista de aquella profesora, quizás haya sido una mayor confusión entre mis compañeros. Afortunadamente, mi pregunta era sólo para saber su opinión y para tratar de aclarar ese tema desde el punto de vista de un adventista con el de un católico, y no me afectó de manera negativa, sino que aprendí que hablar acerca de los dogmas de una fe diferente, a una persona que profese alguna fe en especial, puede ser en ocasiones ofensivo y objeto de profundo desconcierto.
Actitudes como estas fueron desfilando ante mí con el pasar de los años. De niño pude ver el fundamentalismo muy de cerca, como casi todas las personas, pero con la diferencia (enriquecedora para mí) de tener en mi entorno personas que pertenecían a diferentes sectas. En mi niñez, eran los adventistas y los católicos y hace pocos años, se unió a la lista el mormonismo. Debo decir que el fundamentalismo dogmático no se manifiesta en todas las personas, pero las ideas básicas de una u otra secta sí que lo manifiestan.
Este hecho, me proporcionó los diferentes puntos de vista de cada una de ellas, lo cual me fue sirviendo para comparar y tratar de sacar lo mejor de ello. En aquel entonces, creía en un Dios que respondía a nuestras oraciones, que realizaba milagros (en cierta medida, restringidos por y en la naturaleza, por algún motivo desconocido y desconcertante para mí), y que nos cuidaba de cualquier mal. A pesar de estas creencias, siempre fui muy escéptico con todo esto. En ocasiones mi fe crecía, quizás debido a motivos de tristeza o impotencia, pero por lo general, cuestionaba (en mi mente) las creencias que la religión en general profesaba. Posteriormente, cuando ya contaba con veinticinco años, llegó el momento de aventurarme a cuestionar de lleno dichas ideas e investigar y pensar de manera racional y en congruencia con los hechos naturales, llegando después de un tiempo, a darme cuenta de que el concepto de un dios o dioses, son producto de la imaginación y de la necesidad humana.
He comentado estos hechos y dilemas de mi niñez para entrar de lleno al tema de este libro: la religión[3] como factor influyente en la mente humana de dogmas etiquetados como sagrados e inmutables, y por otro lado, el tema de la existencia (o mejor dicho, la no existencia de Dios).
Es evidente que las religiones juegan un papel importante en las mentes creyentes, ya que las condicionan a creer y tener fe, es decir, a creer en algo a ciegas y en ausencia de evidencia alguna (e incluso, a pesar de las evidencias).
El tema principal de este libro, como ya dije, pretende ser el análisis racional de los hechos naturales y de los eventos sociales, de los cuales se desprende la conclusión de la inexistencia de Dios o de cualquier entidad sobrenatural, ya sean dioses, demonios, ángeles o fantasmas. Como tema secundario, pero no menos importante, discutiré el aporte negativo de las religiones del Mundo a la humanidad y su influencia sobre la gran mayoría de personas en la concepción de un Dios omnipresente, omnisapiente y omnipotente. Además destejeré algunas partes de la Biblia con objeto de mostrar su verdadera esencia: la violencia y la dominación de los más débiles por parte de otros grupos reducidos y “favorecidos” por Dios. Una cosa importante, es que el hecho de que la Biblia haya sido escrita por hombres y que ella misma constituya evidencia de su origen humano, no quiere decir per se que no exista Dios. Sin embargo, sí constituye un punto de partida interesante, ya que todas las religiones basan sus creencias y hasta la misma existencia de Dios en algún libro sagrado; en el caso de los cristianos y los judíos, la Biblia.
Desde mi punto de vista de biólogo, trataré de enfocar el tema de acuerdo al punto de vista científico y a las implicancias biológicas que incompatibilizan con la idea de un Dios personal.
Espero que este libro sea de ayuda para el lector y que le ayude a distinguir la ciencia, de la pseudociencia y la fantasía; nuestros deseos, de los hechos naturales; y por último, la ilusión de diseño biológico, de la explicación de la existencia y complejidad de todos los seres vivos lograda a través del proceso evolutivo.
Para concluir esta breve introducción, creo conveniente parafrasear al gran astrónomo y divulgador norteamericano, ya fallecido, Carl Sagan: “Afirmaciones extraordinarias, requieren de pruebas extraordinarias”.
Esta frase expresa con precisión notable el deber moral de los mismos dogmáticos de probar sus creencias o sus afirmaciones ante los demás, y no esperar que los no creyentes lo hagan. Si un científico sostiene una idea, es justo y necesario que éste lo haga con una base fundamentada en evidencias de algún tipo. Entonces, ¿acaso no deberían hacer lo mismo los religiosos?
Sin embargo, ya que ningún religioso está dispuesto a poner a prueba sus dogmas, este libro tratará de reunir la mayor cantidad de evidencias de que tanto la fe, como la religión y el concepto de dios, son producto exclusivo de los diversos fenómenos sociales y culturales existentes en la sociedad humana.
[1] Cuestión un poco absurda, dado que el colegio se encontraba en Perú, y no en los EE.UU.
[2] De aquí en adelante, denominaré sectas a grupos como los católicos, adventistas, mormones, evangélicos, etc.; y religiones a los grupos más grandes como los Cristianos, Musulmanes, etc. Las sectas, a mi parecer, sólo constituyen porciones divergentes de las religiones principales. Todas las sectas pertenecientes a una misma religión tienen muchas ideologías en común, y difieren entre sí solo en detalles.
[3] Al referirme a “la religión”, lo hago en alusión a todas las religiones existentes, y no a una sola, como se podría pensar.
1 comentario:
Maestro, te felicito por tu iniciativa, todo caso a m,anera de sugerencia creo que deberías de empezar de manera no tan personal, seguro tu experiencia influyó en tu forma de ver las cosas pero creo que no es tan relevante al menos para la gente que no comparte nuestra concepción y a quienes supongo está dirigido tu libro.
Todo caso si le puedes poner más enfásis a la parte biológica, que debe ser tu fuerte, sería ideal.
Cuando tendrías un avance?, saludos
Gato Randiano
Publicar un comentario