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viernes, 8 de agosto de 2008

El Cristianismo como Fuente de Violencia, Intolerancia y Perjuicio Individual y Grupal. Parte II

Poco después de nacer el cristianismo, se origina la Iglesia católica, la cual fue instituida a la fuerza en muchas naciones como la religión oficial (y única), y de maneras nada pacíficas.
Durante casi toda la existencia de la Iglesia Católica, (la cual, dicho sea de paso, es la iglesia cristiana más antigua e influyente, incluso en nuestros tiempos) hubo una época de oscurantismo. Más de mil años en los que cualquier investigación científica o cualquier opinión filosófica que contradijera las doctrinas cristianas y las que eran aceptadas por la Iglesia, eran vetadas y condenadas. Muchas mentes brillantes perecieron en la hoguera, o simplemente fueron silenciados e impedidos de seguir con su labor debido a este motivo. Con respecto a esto, las palabras de Catherine Fahringer dan en el clavo:

Estaríamos mil quinientos años mas adelantados si no hubiera sido por la Iglesia, arrastrando a la ciencia tomada de sus faldones y quemando nuestras mejores mentes en la hoguera”.

Existen muchos sucesos de genocidio asociados directamente a la Iglesia Católica a lo largo de su historia. Por nombrar a algunos: la persecución a los herejes, la cacería y quema de brujas, y las guerras “santas” o Cruzadas. Algunos de estos sucesos se realizaban por mandato divino y en nombre de las Escrituras (herejía, Cruzadas), otros por cuestiones de poder político y diferencias religiosas (Cruzadas) y otras por simple capricho y sinsentido (cacería y quema de brujas).
Es preciso decir que en cuanto a la quema de brujas, la cuestión iba más allá de lo que conoce el común de la gente. Existían “cazadores de brujas” los cuales recibían recompensas de acuerdo al número de brujas cazadas. Estos, en su afán por el dinero, acusaban en ocasiones a personas al azar, simplemente porque se les ocurría, o porque alguien las acusaba sin evidencia alguna. Por supuesto que ello fue degenerando hasta alcanzar cifras altísimas de personas torturadas y asesinadas bajo el cargo de brujería. Por ejemplo, el Papa Inocencio VIII en el siglo XV, asignó a dos personas, los monjes dominicos Heinrich Kramer y Jacobus Sprenger para que diseñen un estudio acerca de la brujería. Los convirtió en inquisidores de brujas. Ellos, en su obra ya completa de 1486, Malleus Maleficarum (Martillo de Brujas) detallaban numerosos métodos para detectar brujas, además de métodos de tortura, los cuales servirían como medio indispensable para la confesión por parte de las brujas de sus blasfemias y herejías. Según ellos, la quema de brujas era un método de purificación de las almas mediante la eliminación de los demonios que poseían los cuerpos de las brujas. Realmente un atroz escenario.
A partir de este hecho, la corrupción y la ambición económica hizo que se incrementen estos salvajes hechos. Más inquisidores eran nombrados, y por lo tanto, más “brujas” eran cazadas y muertas. No había piedad para con ellas. Su palabra no valía nada: si negaban su herejía, se le atribuía a que los demonios eran obstinados y tercos; si aceptaban, era evidencia contundente de que eran brujas. Por supuesto que si “aceptaban” su culpabilidad, era para tratar de aliviar su sufrimiento debido a las torturas (cosa que no lograban de todos modos).
En fin, esta es solo una muestra de la crueldad basada en sistemas inamovibles y sujetos a graves y profundas malinterpretaciones (o interpretaciones literales en muchos casos) de sus doctrinas y escritos sagrados.
Cabe decir que estas cuestiones (la inquisición, las persecuciones religiosas y las “guerras santas”) fueron realizadas por la Iglesia Católica, la cual es la secta cristiana más importante de la historia y de la actualidad. Pero, ¿qué sucede con otras sectas cristianas como el mormonismo, o los adventistas? En las siguientes líneas trataré brevemente acerca de cada una de ellas.
En la segunda mitad del siglo XIX, fue fundada la Iglesia Adventista del Séptimo Día por Ellen G. White. Considerada como profetisa y emblema del adventismo, Ellen G. White escribió varios libros, que según ella, fueron inspirados por Dios (como todos los llamados profetas). Las doctrinas y bases principales del adventismo se encuentran en sus libros, entre ellos: Seguridad y Paz en el Conflicto de los Siglos, y Consejos sobre el Régimen Alimenticio, ambos elaborados por la misma White. En ellos, se enseña que el día de guardar es el Sábado y no el Domingo, como hacen los católicos (cuestión que me parece de lo más trivial). El Sábado Adventista empieza al atardecer del día Viernes y termina al atardecer del día Sábado; en él no se debe realizar ninguna actividad: ni trabajar, ni hacer esfuerzo físico, ni estudiar. Ese día en particular se debe dedicar a alabar a Dios y estar con la familia. Claro, uno dirá que es un buen consejo y una buena doctrina, pero los problemas vienen después. Por ejemplo, y por mandato de Ellen G. White, los adventistas no comen carne de cerdo[1], ya que, como dice en la Biblia, la carne de animales de pezuña hendida, es inmunda. Tampoco bailan ni aplauden, ya que “Jesús no bailaba” y además porque “el baile atrae al pecado y a la tentación”. Tal idea me parece de lo más tonta y abolible.
Ellen G. White, era una mujer de escasa preparación académica y con apenas estudios escolares. Sin embargo, escribió sobre temas diversos como nutrición, salud humana y consejos acerca de la familia. Por supuesto, que sus escritos acerca de materias que requieren de un estudio serio, son cuestionables, aún teniendo en cuenta que contaba con secretarias personales, las cuales la ayudaban en sus manuscritos. Por ejemplo, la siguiente cita, tomada de su libro Consejos sobre el Régimen Alimenticio:

Muchas veces cuando se come carne, ésta se descompone en el estómago, y produce enfermedad.”

Nada más falso que eso. La comida, incluida la carne, no se descompone en el estómago. Sino que los jugos gástricos y las numerosas enzimas digestivas permiten la conversión de moléculas complejas y grandes presentes en los alimentos, en moléculas simples y pequeñas, las cuales pueden ser absorbidas fácilmente por las células. Evidentemente, una profeta de Dios, no puede cometer tal error, y menos cuando dichos escritos fueron realizados bajo la “inspiración divina”.
Otra secta aparecida en la primera parte del siglo XIX en Estados Unidos, es el mormonismo, o la Iglesia de los Santos de los Últimos Días. Como su nombre lo dice, los mormones creen en que existen Santos, del mismo modo en que los católicos lo hacen, con la única diferencia de que aún hoy en día una persona puede hacerse santo gracias a sus acciones. El fundador del mormonismo fue Joseph Smith, un aficionado a la búsqueda de tesoros perdidos y a la adivinación. Se dice que Smith, fue abordado por Moroni, un ángel de Dios, el cual le manifiesta que todas las religiones del mundo están erradas en sus doctrinas y que en consecuencia, no poseen la verdad absoluta. Posteriormente se le “presentó” Juan El Bautista, que le indicó que iba a recibir un libro escrito en planchas de oro, en el cual se encontraba la historia del origen de los habitantes americanos a partir de inmigrantes israelitas. Junto a estas planchas, encontró dos piedras, las cuales le sirvieron para traducir (cómo le sirvieron, es un misterio que no logro entender) las planchas de oro, que estaban escritas en ¡Hebreo! Este libro fue denominado El Libro de Mormón. Lo más asombroso es que no existe evidencia alguna del origen semita de los pobladores de América; es más, existen evidencias que apuntan hacia algo totalmente distinto, sin embargo, millones de personas en el mundo actual creen en dichas historias. Luego, Joseph Smith (convenientemente) destruyó las planchas de oro, con lo que la valiosa evidencia se hizo humo.
Para los mormones, el Libro de Mormón tiene un valor equivalente a la Biblia, ya que la Biblia es la palabra revelada de Dios para las naciones del Viejo Mundo, mientras que el Libro de Mormón es su homólogo americano.
Una respuesta típica de los predicadores mormones, a la pregunta de cómo saben que dicho libro está en lo cierto es que “lo siento en mi corazón, ya que Dios me lo ha mostrado en sueños que responden dicha interrogante”. Lo único que me pregunto yo es si esa es una respuesta aceptable para convencer a alguien. Pero indudablemente muchas personas creen tener esa misma sensación y por lo tanto, se convierten al mormonismo. El Libro de Mormón, contiene historias mucho más fantásticas que las que se encuentran en la Biblia, e incluso, evidentemente mucho más inconsistentes con la realidad y con la ciencia.
El mormonismo, posee altas cuotas de misticismo y fantasía, pero sus miembros no muestran un carácter tan fundamentalista como los adventistas por ejemplo. Al menos, lo que he podido ver en mis experiencias con personas de ambos grupos, me da una idea de cómo funciona esta tendencia.
Como conclusión sólo puedo decir que el cristianismo y las variantes en su seno, sólo generan ignorancia e intolerancia. De hecho, la violencia y la discriminación no se quedan atrás. Pero así está forjada la sociedad en la que vivimos, por lo que lo único que queda por hacer es actuar ante este decremento del desarrollo humano y tratar de crear una sociedad humanista y libre de dogmas irracionales.


[1] Cita del libro Seguridad y Paz en el Conflicto de los Siglos, de Ellen G. White: “Pero los propósitos de Cristo no quedaron frustrados. Permitió a los espíritus malignos que destruyesen la manada de cerdos, como censura contra aquellos judíos que, por amor al lucro, criaban esos animales inmundos.”

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Que palcer compartir tantas cosas en comun!!!
Me encanta! =)

asimov dijo...

Es la sinrazón humana llevada a su estado supino.
Espero no regrese nunca...

salu2

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